lunes, 30 de mayo de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Traspiés

¡Hey! ¡Hola! ¿Qué tal estás? Hace tiempo te vi pasar, justo cuando compraba tabaco. Ese vicio insano, que como tantos otros me intentaste arrebatar.

¿Tienes tiempo para un café? ¿Un té, tal vez?

¿Sabes? Hecho de menos con quien charlar, las hojas en blanco hace tiempo que callaron para dejar paso a sueños extraños, a recuerdos olvidados de tardes en las que tú y yo sólo nos mirábamos, tumbados en el sofá, y estallábamos en risas mientras veíamos cualquier atardecer.

Hace tiempo que todo eso pasó, que nos alejamos el uno del otro blandiendo excusas tan tristes y tan metódicas que daba la impresión de que la vida nos había ganado la partida.

¿No? Mi vista se pierde entre la niebla que deja tu sombra indiferente, ni si quiera reconozco tu nombre entre los cientos de besos que repartiste a mis espaldas cuando me susurrabas que ya nada te importaba.

Otra vez será, me digo a mi mismo al tiempo que esquivo una sombra formada por esos dichosos fantasmas del pasado, los mismos que empeñan en ahorcar todas y cada una de la sonrisas que pasan por mi lado.

Pero, ¡eh!, no pasa nada. Brindo por ti, por todos mis compañeros y por mi el primero. Bebo un sorbito de café y me pongo a escribir.

lunes, 16 de mayo de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Parada

200 entradas, con esta 201. En total 5 años. No soy muy dado a los festejos y celebraciones, aplaudiendo mi tiempo invertido en este pequeño espacio [Gracias, gracias. Sin vuestro apoyo no hubiera llegado tan lejos, bla bla bla bla]. Como mucho, he de reconocer que cada día que pasa me gusta más escribir, a mano si puede ser. Que cada vez que sumo 24 horas lleno mi vida con algún que otro proyecto más y que de cuando en cuando tiro la toalla porque todo me supera.

Transcurridos unos días en los que me dejo llevar, recojo esa misma toalla y me encuentro con las manos llenas de tinta una vez más.

Por supuesto, también he de comentar que cada día que pasa me importa bien poco encontrar un lugar, pues mi lugar soy yo. Los cuentos filosóficos sobre cómo has de encauzar tu vida los tengo muy trillados, poco me convencen porque a mi lo que me gusta es soñar. Con todos los peligros que eso conlleva. En determinadas temporadas soy un completo antisocial. Levanto muros logrando que nadie se pueda acercar. En otras ocasiones no hay muros, muretes, dichos o diretes; e intento husmear en cualquier acontecimiento, vida o milagros de la gente que pasa por mi lado.

Y es que, damas y caballeros, no sé que concepto tendréis de un soñador. Pero puede que esté un pelín distorsionado. No todos los soñadores somos personas risueñas, listas para entrar en acción con un comentario chispeante y gracioso. El cine ya se encarga de todo eso. Algunos vivimos en los peligrosos límites de los extremos, o todo o nada. El punto intermedio lo pongo cuando me siento y sueño. El resto, tal vez sean juegos en los que me gusta ver cómo sería si fuese una persona "normal". Lo escribo entre comillas porque quien se considere una persona normal, por favor, que no se engañe. Todos tenemos nuestros qués y nuestros porqués. La única diferencia la marco, no voy a meter a nadie en este saco, porque mis sueños están en una continua competición con la realidad.

Una realidad que muchas veces me cuesta tragar.

domingo, 8 de mayo de 2011

La Tinta, El Tintero y... la Noche

Atención: Relato Corto Erótico.

02.39 AM.

Abre los ojos, siente el peso del edredón sobre su cuerpo. El calor es acogedor, encoje las piernas. Se abraza, se revuelve inquieta.. La tela se desliza suave por su piel cuando se incorpora. El frío hace acto de presencia. Eriza su piel, mira a su alrededor. En la penumbra distingue el pie de la cama, más allá, un cuadro colgado en la pared. Su ropa sobre la silla.

Despacio, posa sus pies sobre el suelo. Está frío. Mueve los dedos para entrar en calor. Se frota los ojos e intenta tragar algo de saliva. No puede, la boca está completamente seca. Un esfuerzo y se pone en pie. Casi d de puntillas para evitar el frío suelo avanza por el pasillo. Todo está oscuro y no se escucha ningún ruido. Respira profundo, vuelve a mirar a su alrededor. Parece como si la casa estuviera entumecida. Un escalofrío recorre su cuerpo desnudo.

Llega hasta la entrada de la cocina, su mano se posa sobre el interruptor pero se detiene, una luna que ocupa todo el cielo le da las buenas noches. Grande, blanca, le sonríe a través de la ventana. Tiene sed, mucha sed. Abre el armario y coge un vaso. Lo llena de agua. El murmullo se convierte en un cosquilleo es un sienes. Cierra el grifo y bebe un trago largo. Calma un poco su sed, vuelve a beber, saborea el agua.

Deja el vaso sobre la encimera y apoya las manos sobre la mesa.

Shhh... - un susurro en su oído. Su cuerpo se tensa, unos labios besan su lóbulo derecho. Es un beso dulce, siente una respiración contenida sobre su piel.

Esos mismos labios rozan su mejilla. Sonríe, cierra los ojos. Se deslizan, acarician su piel en dirección al cuello. Besan de nuevo. Ella suelta el aire y gira el cuello. No sabe el porqué pero se deja hacer. Describen círculos. Un nuevo escalofrío sube desde su columna al sentir la punta de una lengua que intenta saborear su piel, que enseguida se esconde tras esos labios que no paran de acariciar.

Cambian de rumbo, la nuca. Se toman su tiempo, recorren cada rincón, cada centímetro de piel. Sólo existen esos labios, esa respiración y nada más. Se posan sobre la base de su pelo, dibujan el contorno de su cabello. Se deslizan sobre el lado izquierdo de su cuelo. Describen pequeñas ondas mientras intentan abarcar más piel. Ahora menos, otro beso.

Sus manos no se despegan de la encimera, aunque quisieran no pueden. El juego las mantiene quietas, no desea romper el momento. Su cuerpo se mantiene recto, relajado. No siente frío tampoco sueño. Sus ojos permanecen cerrados. Sus sentidos atentos a esos labios que deletrean la palabra deseo cada vez que marcan su piel con un suave beso.

Respira profundo cuando siente como intentan abarcar su clavícula, la lengua se une y ambos recorren la distancia entre su cuello y su nuca. Esos labios se cierran, muy despacio, intentando medir cada rincón de piel. Un mordisco sin dientes, por cada palmo que han de recorrer hasta llegar los hombros. Forman círculos concéntricos, espirales, decenas de figuras que consiguen que le arda la piel. Fluyen hasta la espalda, dando pequeños saltos hasta su columna vertebral. Un último beso y los labios se retiran.

La punta de la lengua se posa sobre la base de su nuca. Comienza a bajar por su espalda, que se arquea al sentir su presencia. Baja al tiempo que se deleita con cada poro de su piel. A mitad de camino, los labios se unen y juntos recorren el tramo final hasta la base de la columna. Dibujan un corazón, que es borrado con otro beso. Ella responde mordiéndose el labio inferior. Ahora no siente nada. Mueve la cabeza, buscando una sombra en mitad de la noche. Abre los labios y respira profundo.

La respiración se corta, nota el roce de la lengua sobre su cóxis. Está indecisa, los labios, despistados intentan seguir el camino de sus nalgas. Tras unos instantes, comienzan a deslizarse paladeando suavemente el contorno de su nalga izquierda. Calca la forma sobre los labios, repasándola a continuación con la punta de la lengua. Se detiene en el último pliegue y lo subraya.

La respiración se acerca a la cara interna de sus muslos. Ella se tensa ante el momento, que no llega. Los labios suplicantes descienden por la cara posterior del muslo. Sutiles arcos de tentación son bordados en su pierna por unos labios que no paran de descender. En su rodilla, el juego cambia e intentan abarcar todo el muslo. Se intercalan pequeñas mordidas sin dientes.

Dos besos sobre su pie izquierdo y no necesita saber más, se gira sobre sus talones y los labios saltan a su pie derecho. La adoran, sumisos escalan su pierna derecha. Cada paso que dan lo cubren con decenas de dóciles besos. Su muslo es medido con el rastro de deseo que deja la punta de la lengua. La respiración, ahora se detiene en su ingle. Ella lo sabe, no tiene porque abrir los ojos. Aguardan intranquilos, consumidos por el deseo y la pasión. La espera termina cuando nota un beso suplicante en su ingle. Describen una media luna sobre su bajo vientre. En el centro, un beso. Un único beso por encima de su vientre, y ella se deja llevar. Los labios desdibujan el contorno de su sexo, la lengua plagia su deseo y marca con su rubrica cada centímetro de su vulva. Como acto final, traviesa, se hunde ligeramente y recorre toda la extensión los labios hasta llegar a su clítoris.

Ella gime, el placer le ha superado y respira profundo, como si le faltase el aire. Su boca se entre abre y para de respirar cuando los labios abandonan su sexo y comienzan a esbozar olas sobre su vientre. La espuma del mar la pone la lengua sobre su ombligo que actúa como un faro para esos labios que lo besan aferrados al deseo. Su vientre les recibe agitado, tenso, terso. Como respuesta le cubren de besos sin manos. La lengua aspira a robarle todo su sabor. A pequeños saltos llegan a su pecho.

El primero en recibir las caricias, el izquierdo. Los labios se afanan en perfilar su contorno, con delicadeza. La lengua, tímida, intenta no perder el ritmo con pequeñas acrobacias sobre su piel. Su pezón escucha el piropo de unos labios que lo abarcan, que al alejarse parece que no quieren despedirse de él. Deslizándose como un niño por un tobogán llegan a su pecho derecho. El cual es colmado de mimos. El juego continua, y los labios que se creen ahora pintores se detienen en seco. Escuchando el latido de su corazón. Marcando el compás al ritmo de Te-Quiero y Te-Deseo. No se separan de la piel, respiran por última vez y le dicen adiós con un dulce beso sobre su pezón.

Los besos dirigen sus pasos en dirección a su cuello. Ella no ha abierto los ojos en ningún momento, nota como se abren paso entre su erizada piel. Hecha la cabeza hacia atrás y vuelve a gemir cuando le colocan un collar de caricias unidas por pequeñas perlas talladas por una la lengua ávida por robar hasta la última gota de su sabor.

Un beso en el mentón y los labios se separan. Ella se recupera, volviendo a buscar sombras en la oscuridad. Finalmente, descubre la dirección y esos labios se funden con ella en un beso lento mientras las lenguas se afanan en beber la pasión del otro. No hay prisa, ya no. Poco a poco se transforma en un beso apasionado, salvaje, lascivo y sin embargo, pausado, tranquilo...

Por una noche, hasta el mismo cielo se morirá de envidia, porque por primera vez... Será él quien tendrá que esperar.

sábado, 7 de mayo de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Precipicio

Me veo incapaz de parar, metido en mi mundo, casi aislado de la sociedad. ¿Alguien sabe lo que cuesta mantener el ritmo de trabajo-casa-trabajo-casa? Porque si conocéis el secreto para aguantar, decídmelo, por favor.

El comienzo de esta entrada no ha sido casual, cada vez que me siento muy ahogado por la rutina, mi mente se va. Coloca el cartel de “Cerrado por Reformas”, hace el equipaje y se toma unas buenas vacaciones. Esto parece una tontería como la copa de un pino, pero resulta que si me hablan no suelo prestar mucha atención. Al pasear, el mundo desaparece a mi alrededor. Al escribir, paro, leo lo escrito y siento que está hablando un yo interior.

Me muerdo la lengua y ahorco mi corazón para evitar saltar de conversación en conversación sin ningún sentido, sin ninguna intención. Miro a los ojos de la gente, sonrío y sigo mi camino. Ni tan siquiera me detengo para averiguar si quieren algo más.

Por eso, en estos días me siento ajeno en cualquier acto social, en cualquier lugar en donde la gente pise mi sombra sin preguntar.