Desde mi atalaya consigo divisar el horizonte, el manto dorado de los inmensos trigales se mece por la caricia del viento. Forman curiosas olas. Invitando a pasear, persiguiendo saltamontes. El sol termina de flirtear con las últimas nubes, dejando caer cortinas anaranjadas, de esperanzas dormidas.
Montañas nevadas, a lo lejos encierran mis sueños, guardianes de pesadilla que envían señales de advertencia desde sus torreones, donde lo único que escuchas son risas tristes, historias jamás contadas. A sus pies ríos de lágrimas bañan bosques de ensueño, sus árboles se elevan e intentan rozar el cielo, héroes en formación para una batalla que nunca se libró. Sus escuderos revolotean, cavan, husmean, les hacen cosquillas y en las noches de tormenta sus lamentos se atreven a luchar contra los mismísimos truenos. Incluso algunos se atreven a pisar los campos de oro en grano, curiosos, quieren saber si con ese extraño manto pueden saciar su sed.
Caminos de tierra reseca zigzaguean, bordean en espiral y se pierden entre zarzamoras aún sin madurar. El cielo se abre para saludar a la Luna y su corte de ojos malditos que jamás dejarán de brillar. Los bosques murmuran historias, secretos que nunca se deben escuchar. Si te detienes en sus lindes, notarás como la bruma que les envuelve no posee un color natural. Demasiado condensada para caminar rodeado por ella con total seguridad.
No creas que la noche encierra más misterios que el día. Los temores más retorcidos los puedes encontrar en cada rincón, no los mires fijamente o caerás sin remedio en la angustiosa locura de un perpetuo amanecer.
Las tierras de ensueño no son para los viajeros que buscan consuelo. Sus ciudades de alabastro guardan, codiciosas, a los malditos que aborrecen soñar. Comercian con miedo y telas, desde las bodegas de los barcos, encofrados con pedazos robados al propio mar, surgen los cofrades, cuya única religión es la de navegar en busca de tierras sin vigilar para poder saciar su eterno apetito, sus ganas de volar.
Si crees tener a la suerte de tu lado, tal vez nos podamos cruzar. No me sigas, no preguntes, y por tu bien, que tus pasos jamás se detengan, nunca sabes con que nueva pesadilla te podrías topar.
La perpetua amargura de aquel que no es capaz de pararse y dejar de imaginar. Yo inventé este mundo y yo conseguiré, algún día, escapar.
jueves, 30 de abril de 2009
lunes, 27 de abril de 2009
La Tinta, el Tintero y... el Espacio
Me lo jugué todo a una carta y perdí sin que la partida hubiera comenzado. Aposté incluso más de lo que había planeado. Ahora no puedo evitar volver la vista hacia atrás y pensar en todas las meteduras de pata que tuve la oportunidad de evitar.
El tiempo, esta vez, no me dará la razón, ha gritado el viento completamente fuera de control. Al romperse el corazón no escuchas más que el sonido de tu propia aflicción.
En el horizonte, un camino que me toca recorrer con la única compañía de mi propia sombra perezosa. Atrás dejo los bolsillos llenos de noches en vela, de esperanzas mal soñadas y de lágrimas cristalizadas en momentos que, muy a mi pesar, volvería a vivir sin tan siquiera pestañear.
Largo será el viaje, pero de un sentimiento no he de arrepentirme: el de amar y darlo todo incluso antes de empezar.
Lo único que me queda es es encontrar a alguien que... sí esté dispuesto a apostar.
El tiempo, esta vez, no me dará la razón, ha gritado el viento completamente fuera de control. Al romperse el corazón no escuchas más que el sonido de tu propia aflicción.
En el horizonte, un camino que me toca recorrer con la única compañía de mi propia sombra perezosa. Atrás dejo los bolsillos llenos de noches en vela, de esperanzas mal soñadas y de lágrimas cristalizadas en momentos que, muy a mi pesar, volvería a vivir sin tan siquiera pestañear.
Largo será el viaje, pero de un sentimiento no he de arrepentirme: el de amar y darlo todo incluso antes de empezar.
Lo único que me queda es es encontrar a alguien que... sí esté dispuesto a apostar.
sábado, 25 de abril de 2009
La Tinta, el Tintero y... el Tiempo
Llaman a la puerta, justo cuando termina la conversación y cuelgo el teléfono. Menuda sorpresa, cuánto ha pasado desde la última vez, mucho tiempo, cierto es. Pero pasa, no te quedes en la entrada. Si te apetece tomar algo, no lo dudes, como si estuvieras en tu casa. Aprovecharé para ducharme, que durante unos días no me apeteció hablar con prácticamente nadie.
Tú como siempre, ¿no? Con tus historias, tu trabajo y tus salidas indecentes. Sabes que alegro, pero no me recuerdes que te gustaría verme sonreír. Ahora no puedo, me has pillado descansando un momento mientras terminaba de buscar los trocitos de mi mundo que acaba de estamparse con el suelo. Sí, otra vez. La sonrisa me pesaba y la he guardado en el fondo de aquel cajón.
No te sabría explicar, pero creo que me estoy cansando de tanto soñar, dejándome arrastrar a lo que yo sabía que era una trampa mortal. Algún día me explicarás como consigues sobrevolar las calles de esta ciudad, arrebatando besos sin piedad. Consumiendo a todo aquel que te ofrece un poco de felicidad. Necesito probar, puede que el reflejo del espejo deje de llorar.
Cambiemos de tema, últimamente he notado que incluso las lámparas de mi casa me dan de lado, como si conociesen todos mis pecados, todos mis temores y quisieran dejarme a su merced, para que me consuma como tantos cigarrillos mal apagados. Voy a pedirte un favor: quédate a cenar y me ayudas a encajar las piezas que no tengo ni idea de donde van.
En tu mirada puede leer que no verás a mi lado un nuevo amanecer, será mejor cortar todo de raíz. Las lágrimas que nunca derramé por ti regarán las malas hierbas que, cual muro de indiferencia, necesito entre ella y yo para volver a ser feliz...
- Por favor, no te vayas...
Con el portazo y mi sonrisa debajo de su brazo, las últimas luces se van apagando, dejando mi casa en completa oscuridad. Antes de que la última luz deje de brillar, consigo musitar...
- Dios, no te puedes imaginar el miedo que le tengo a la soledad...
Tú como siempre, ¿no? Con tus historias, tu trabajo y tus salidas indecentes. Sabes que alegro, pero no me recuerdes que te gustaría verme sonreír. Ahora no puedo, me has pillado descansando un momento mientras terminaba de buscar los trocitos de mi mundo que acaba de estamparse con el suelo. Sí, otra vez. La sonrisa me pesaba y la he guardado en el fondo de aquel cajón.
No te sabría explicar, pero creo que me estoy cansando de tanto soñar, dejándome arrastrar a lo que yo sabía que era una trampa mortal. Algún día me explicarás como consigues sobrevolar las calles de esta ciudad, arrebatando besos sin piedad. Consumiendo a todo aquel que te ofrece un poco de felicidad. Necesito probar, puede que el reflejo del espejo deje de llorar.
Cambiemos de tema, últimamente he notado que incluso las lámparas de mi casa me dan de lado, como si conociesen todos mis pecados, todos mis temores y quisieran dejarme a su merced, para que me consuma como tantos cigarrillos mal apagados. Voy a pedirte un favor: quédate a cenar y me ayudas a encajar las piezas que no tengo ni idea de donde van.
En tu mirada puede leer que no verás a mi lado un nuevo amanecer, será mejor cortar todo de raíz. Las lágrimas que nunca derramé por ti regarán las malas hierbas que, cual muro de indiferencia, necesito entre ella y yo para volver a ser feliz...
- Por favor, no te vayas...
Con el portazo y mi sonrisa debajo de su brazo, las últimas luces se van apagando, dejando mi casa en completa oscuridad. Antes de que la última luz deje de brillar, consigo musitar...
- Dios, no te puedes imaginar el miedo que le tengo a la soledad...
miércoles, 22 de abril de 2009
La Tinta, el Tintero y... el Destello
El filo de cientos de sentimientos esparcidos por el suelo de mi habitación comienza a filtrar odio puro. Desdibujan fauces sedientas, buscando carne fresca con la que alimentar mis recuerdos. Cuando el plato rebosa desilusión toca engullir, me guste o no.
El viento me recuerda lo estúpido que fui, catorce lunas para creer en mis propias mentiras, veinticuatro horas donde la desesperación campó a sus anchas y tres segundos para que reviente el corazón. No tengo ganas de nada, me he cansado de los sibilinos susurros que me hieren advirtiendo que sólo soy una buena persona y al darme la vuelta se acuestan con los deseos que me han robado.
Quieto, mientras los destellos ciegan mis propios fracasos, me dejo llevar y noto como el fuego me consume por dentro. Todo me importa un huevo, al bajarse el telón le volaré la tapa de los sesos al puñetero director, me gusta el plan. Lo voy a disfrutar. Ya basta de esconderme tras las cunetas de estos páramos llenos de desilusión. Al siguiente que intente confiar en mi, se llevará una desagradable sorpresa. Quiero sentir, por primera vez, lo que se siente al convertir en jirones las lágrimas que no me pertenecen, saborear el néctar que beben los hijoputas.
Tienes exactamente diez segundos para quedarte a mi lado o salir de najas. Pero lo que descubrirás no creo que te vaya a gustar. Será mejor que guardes los jodidos caramelos que me ofrecías cuando notabas que perdía los papeles, o los guardas o te los tragas, tú decides.
Que te calles joder, no quiero más excusas, me queda poco tiempo. Ahora, los malos despertares van a ser vuestra moneda de cambio...
El viento me recuerda lo estúpido que fui, catorce lunas para creer en mis propias mentiras, veinticuatro horas donde la desesperación campó a sus anchas y tres segundos para que reviente el corazón. No tengo ganas de nada, me he cansado de los sibilinos susurros que me hieren advirtiendo que sólo soy una buena persona y al darme la vuelta se acuestan con los deseos que me han robado.
Quieto, mientras los destellos ciegan mis propios fracasos, me dejo llevar y noto como el fuego me consume por dentro. Todo me importa un huevo, al bajarse el telón le volaré la tapa de los sesos al puñetero director, me gusta el plan. Lo voy a disfrutar. Ya basta de esconderme tras las cunetas de estos páramos llenos de desilusión. Al siguiente que intente confiar en mi, se llevará una desagradable sorpresa. Quiero sentir, por primera vez, lo que se siente al convertir en jirones las lágrimas que no me pertenecen, saborear el néctar que beben los hijoputas.
Tienes exactamente diez segundos para quedarte a mi lado o salir de najas. Pero lo que descubrirás no creo que te vaya a gustar. Será mejor que guardes los jodidos caramelos que me ofrecías cuando notabas que perdía los papeles, o los guardas o te los tragas, tú decides.
Que te calles joder, no quiero más excusas, me queda poco tiempo. Ahora, los malos despertares van a ser vuestra moneda de cambio...
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