sábado, 23 de enero de 2010

La Tinta, el Tintero y... la Cerradura

Días enteros he dejado atrás, sin más miedo que el de no poder reencontrarme jamás. Con la seguridad de dar pasos hacia ningún lugar. Las horas se encargaban de correr las cortinas para evitar que me asomara a las ventanas y pudiera ver a mis sueños hacer tratos con el viento. Mientras yo intentaba convencer a esa mujer llamada Soledad de que abandonase de una vez mi hogar. Pues estas cuatro paredes, por mucho que se empeñe, son mías y de nadie más. Sólo poseen potestad para entrar y salir a voluntad esos sueños y esos besos que nunca te atreviste a contar.

Sin embargo, aún continuo obstinado en huir de tu lado. Sombras de un pasado atormentado. Y sin poder – o querer, que más dará – evitarlo, me reconozco a mi mismo caminando por las mismas calles que una vez me vieron llorar desesperado. Cuentan historias de sonrisas que renacen a la luz de la Luna, de faldas y piernas que suspiran por un amor que no se vista con un beso diferente al amparo de traiciones claras como el Sol de medio día, de caricias que se transforman en ceniza y de insidiosas tinieblas que me hacen compañía.

Historias, cuentos y leyendas que aparecen y se esfuman mientras busco una salida de esta mansión en ruinas donde una vez oí tu nombre entre juegos y caricias que, de sobra sabía, acabarían convirtiéndose en espantosas pesadillas.

Aún recuerdo el momento en el que las sonrisas valían algo más que una simple hoja en blanco, dispuesta a soportar las palabras consumidas por el humo del tabaco y las cervezas vacías, que cierran filas para evitar que estas heridas se abran más de lo necesario. Aún recuerdo cuando mi cama no era un iceberg de sábanas frías y noches de vigía aguardando a una puerta que jamás se abriría para dejar paso a tu silueta desnuda.

Cada recuerdo, cada momento, cada día que se aleja en el calendario, se transforma en una habitación vacía, repleta de memorias que aúllan de dolor y espanto porque me arriesgo a dejar todo este dolor a un lado. Porque el día en que volvamos a vernos, te recibiré con una sonrisa... Tan carente de vida como los días en los que no quisiste permanecer a mi lado..

lunes, 11 de enero de 2010

La Tinta, el Tintero y... el Tapiz

En muy pocas ocasiones no he sabido bailarle el agua al Sol, correr tras la Luna o esconderme tras cada una de las esquinas sin ni siquiera saber que jugaba al puñetero escondite inglés con mi vida. En muy pocas ocasiones he refrenado mis propios impulsos en esto que llaman escribir, ni siquiera cuando el viento me daba la espalda o cuando la tinta se secaba por mis lágrimas.

Aunque he de reconocer mis propios pecados y logros al mismo tiempo. Si he de escoger un camino, no será el que me lleve al Cielo, ni tan siquiera al Infierno, me quedaré dando vueltas sin sentido, buscando un objeto que he perdido pero que nunca he poseído. Veleta que gira mientras me clavo las espinas que únicamente encuentras en la Rosa de los Vientos.

Sin percatarme de todo esto, mi viaje hace mucho tiempo que no obtuvo licencia para atracar en ningún puerto, ni de roca y acero ni de carne y hueso. Porque nadie quiere comprar la mercancía de corsario maldito que no juega con otra mano; la de besos marcados e historias de barcos naufragados. Espíritu errante que observa como todo el mundo abandona su vida a la fiel tranquilidad que otorga una vida sin sueños, sin pena y sin gloria.

En muy pocas ocasiones, salvo en esta misma hora maldita, confieso que todo se reduce a cuatro esquinas, cuatro fronteras que delimitan una cárcel de papel que se consume con cada letra escrita, con el lamento de un alma que quiso gritar, llorar, enloquecer... pero al final no tuvo el valor de reconocer que ciertos sentimientos están vedados al mismísima vida.

jueves, 31 de diciembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Escritura

Última reflexión del año. Tranquilos, no me extenderé demasiado.

Sólo he de decir que me siento orgulloso de haber conseguido todo lo que tengo entre manos. Todo lo que he perdido y todo lo que he ganado.

Pues Yo soy Yo, tanto para lo bueno como para lo malo.

domingo, 27 de diciembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Ruiseñor

No sabría muy bien por dónde empezar. Las noches guardan un secreto, un puñal forjado con el filo de tus besos se tiñe de rojo al amanecer. Clavado en la espalda de aquellos que huían aterrados por todos los actos infames cometidos al abrigo de una oscuridad cargada alcoholes, bailes y labios errantes. Antes de que la Luna se digne a despejar cualquier duda acerca de si era tu mano o la mía la que empuñaba el arma homicida, realizaré mi último acto de valentía.

Con más de cien heridas que dejaron tus caricias, con mi sangre dibujando corazones en cada una de las esquinas, con mi pulso temblando por efecto de la adrenalina y mis nervios recordando cada uno de los pases de modelos. Entre penumbras, guiños y espejos, de manos que se buscan, que desean, que esperan el momento.

Regresaré de aquel mundo de olvidos y sueños, aunque me cueste la vida en cada intento. Regresaré con tu último beso atado a mi cuello.

Me pregunto porque siento este impulso de salir corriendo, huyendo de tu sombra, de tus ojos, de tu pelo y de todos los pasos que dimos hasta que terminamos saciando la sed irracional que produce el deseo. Mientras que mis besos se quedan sobre el papel. Vestidos con trajes negros mientras velan noches de luto sobre mis sábanas frías y sin sentimiento.

Me pregunto si realmente valió la pena pagar el tributo a tu cuerpo y tus deseos. Soñando que los días no hacen daño y los atardeceres caben en el pañuelo que seca mi llanto.

Me pregunto si las cuatro paredes que me rodean intentan decirme algo o ahogarme con la mención de tus suspiros de noches en vela. En un intento de limpiar su conciencia por todos los secretos que han guardado con miedo de que los robasen mi alma en pena.

Al final del camino, cuando el Sol se esconde de nuevo, y yo cansado de tanta pregunta y finales heroicos que llenan páginas con tinta seca, evoco tu nombre... abro el armario de tus recuerdos y sin venir a cuento le prendo fuego a cada uno de tus besos.