domingo, 13 de noviembre de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Estatua

Ráfagas de viento esparcen sonetos, panfletos, hojas de una obra de teatro. Miradas, susurros y lecciones nunca aprendidas. El Otoño lo pinta todo de ocres, de anaranjados marrones, de días en los que salir de casa, de quitarte la manta, suponen toda una aventura.

Como todo buen hijo de vecino tengo una vida entre bambalinas. Una vida detrás de estas letras, de estos extraños poemas. Resulta, que intento no ver la vida demasiado gris. Ni con demasiados colores, el exceso de confianza mata tan rápido las esperanzas como una bala.

Durante ocho horas y media intento sobrevivir lo mejor que puedo. Lo mejor que me dejan. Pienso que es por mi carácter inconformista, porque no me conformo con una respuesta simple a mis preguntas, ni a mis dudas. A mi forma de ver la vida.

De cuando en cuando, intento encajar las piezas. Me quedo en el intento porque los rompecabezas nunca se me dieron bien. Me inclino por pensar que si bien en ocasiones no quiero encajar porque no comprendo las reglas del juego, en otras tantas no entro a jugar porque sencillamente ni sabía que estaba jugando.

La fuerza que me impulsa a continuar es de una simpleza aterradora. Quiero ver que hay más allá. Saber si podré soportar un día más, una tarde fría delante del ordenador escribiendo, o si por el contrario sucumbiré ante los cánticos de sirena que te arrastran a una vida apacible, sin necesidad de buscar soluciones a problemas que jamás te encontrarás.

Singular forma de pensar. Con tantos proyectos en la cabeza a medio comenzar, medio terminar o medio moldear. Deseando leer mil y un libros, escribir cientos de historias. Hablar y quedarme en silencio porque no encuentro una conversación con la que charlar. Mirar a los ojos de las personas y adivinar sus sueños, sus pensamientos. Sonreír cuando tengo ganas de llorar y repartir lágrimas entre las sombras de mi soledad.

2 comentarios:

Treinta y Tantos dijo...

Cierra los capitulos q ya hayas acabado, porque releerlos no conducen a nada.
Y sonrie, sonrie cuando tengas ganas de llorar, que sienta mejor q las lagrimas en la soledad!
Bicos

Juancho dijo...

Eh! Que yo sonrío. :D

Un Beso!!