Al final, la burbuja explotó. Como tantas otras, sin pena ni gloria.
Dejando un sabor agridulce a victoria y derrota.
Mis sueños suelen acabar así, en una explosión multicolor que lo salpica todo con restos de sonrisas y noches mal dormidas.
Me siento como una pequeña mosca que ayuda a la araña a tejer la red mis propias penas en la que, tarde o temprano, caerá presa.
Las lágrimas hace tiempo que dejaron paso a gotas de fango demasiado espesas como para llegar a mis labios.
Otro día más, el Sol se pone y a mi ya no me quedan más ilusiones por arrancar y mantener la llama de las esperanzas que una vez llevaron su nombre.
2 comentarios:
No vaya a ser que el fango de los ojos no te deje ver el sol.
Lo más probable. Aunque para lo que hay que ver últimamente... :P
¡Un beso!
Publicar un comentario