martes, 9 de marzo de 2010

La Tinta, el Tintero y... el Alba

Cada cierto tiempo el ciclo se interrumpe y me encuentro mirando por la ventana sin saber el rumbo que van a tomar mis sueños e ilusiones. Una narcosis inducida por aquellos que llaman un nuevo día, pues en mi mente no existe más calidez que el sol de media noche. Metamorfosis incontrolable que me obliga a vivir por la noche y a dormitar por el día. Un vistazo rápido y mi sombra sale a jugar por los tejados, al escondite con suspiros ajenos, a mover ficha en tableros donde nunca se jugará partida alguna, desordena habitaciones, deja libros con anotaciones indeseables.

Al regresar al alba, me descubre en mi biblioteca particular, en mi cámara secreta donde cada vez que sale el sol me echo a llorar porque nunca desee agarrar esa segunda oportunidad. La segunda parte de una historia sin acabar. De guiones que muy pocos se atreven a contar. Giros increíbles que sólo se dan si realmente te apetece arriesgar. Pero no desconfíes, sobre todo no me mal interpretes, no estoy diciendo que no desee salir a respirar. Lo único que necesito es un poco de tiempo, reflexionar sobre por qué no me apetece acatar ninguna regla, no permanecer más de dos días en cualquier lugar. Por qué todas las ciudades me parecen igual. Ruedas para roedores, círculos sin principio ni final, en donde cada habitante es una Caja de Pandora a punto de explotar. Anhelos bajo presión que no poseen ninguna válvula de escape excepto por pequeños salvoconductos pagados por un puñado de sonrisas y cervezas a medio terminar.

Puede que la razón sea que a mi no me gusta encajar. Formar parte de un laberinto en donde nada parece tener sentido no ha sido mi estilo. Por esa sencilla razón no me dejo atrapar, prefiero continuar perdido en cientos fantasías que luchan sin ningún objetivo en particular. ¿Acabado? ¿Terminado? ¿Sin un futuro inmediato? No voy a discutir, e incluso hasta puede que tengas razón y que mis días acaben del mismo modo que empezaron, con los ojos como platos al verme rodeado por cuatro paredes frías, por unas manos que me obligaron a respirar cuando yo no quería, por el latir de un corazón helado que aún se resistía a recordar cálidas palabras de aliento cuyo significado no entendía.

Aprovecho este momento, y justo antes de despedirme, abro mi libreta y escribo la continuación de este pequeño relato, de esta pequeña historia que comenzó cuando decidí que mi vida se quedaría atrapada en un singular Reino de Fantasía al que muy pocos serían invitados.

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