domingo, 29 de septiembre de 2013

La Tinta, el Tintero y... El Tren

06.00 AM. Un sonido amortiguado se abre paso por mi cabeza hasta convertirse en un martilleo constante. Aún dormido extiendo el brazo buscando a tientas el despertador. El sonido se apaga durante cinco minutos. Para mi no han pasado ni un segundo cuando vuelve a la carga. Esta vez abro los ojos y me incorporo. 06.05 AM. No se me ha dado mal, otras veces ni si quiera me llego a enterar hasta que el maldito trasto parece gritarme al oído.

Sin encender la luz, me muevo en penumbra hasta el servicio para asearme y quitarme las legañas. Al llegar a la cocina me preparo un café y algo para desayunar. Todo se mueve más despacio de lo habitual. Me visto, me lavo los dientes y meto los tupper con la comida de hoy en la mochila. Reviso que no me falte nada. La música, la cartera, el móvil y los demás trastos están en su sitio. Una vez preparado, cojo un libro para el camino. Desde que viajo en transporte público leo a manos llenas y nunca mejor dicho.

El camino hasta la boca de metro es corto. Las farolas emiten una luz anaranjada, mortecina y en el cielo se recorta una luna que araña las últimas horas de la noche. Me cruzo con algunas personas, muy pocas. Cuando entro en el metro, el sonido del aire acondicionado y de las escaleras mecánicas lo inunda todo. En la distancia, escucho un sonido eléctrico y metálico que se acerca. ¡Mi tren! Salgo a la carrera y mientras bajo el último tramo de escaleras abre sus puertas. A estas horas y ya hay más gente que comparte mi horario. No me siento, es sólo una parada. Dejo la mochila en el suelo y comienzo a leer. Un par de páginas y he llegado a mi estación.

Otro par de escaleras y tornos. Llego al andén, miro el indicador. Aún faltan cinco minutos para el próximo tren. Sigo leyendo. La enorme máquina hace su aparición. Cuando está completamente detenido, me acerco a la puerta y pulso el botón de abrir. Antes me he fijado en los asientos que hay libres. Si tengo suerte, podré ir sentado el resto del trayecto. Media docena de personas suben conmigo, buscando exactamente lo mismo que yo. Me siento, dejo la mochila entre mis pies y leo.

El resto del viaje es un baile de gente que sube y baja en cada estación. Algunas veces me fijo en las caras que tengo a mi alrededor. Algunas duermen, otras leen periódicos o alguna serie en su tablet. Una chica termina de maquillarse lo mejor que puede y un par de amigos reviven los mejores momentos del fin de semana. Aunque la mayor parte del tiempo, el único sonido que se escucha es el de los motores eléctricos del tren y la alarma acústica de cierre de puertas.

Mi estación. Atocha. Si pensaba que el tren iba lleno, cuando salgo me doy cuenta de lo equivocado que estaba. La estación está a rebosar de gente. Las escaleras mecánicas pronto se saturan y se forman grandes colas para subir al puente que conecta todos los andenes. Una vez arriba, miro de nuevo el indicador. Mi siguiente tren no sale hasta dentro de ocho minutos. Con calma, me acerco y espero paciente. El capítulo de hoy es muy interesante y es de las pocas veces que no me importaría que el tren se retrasase un poco más. Ahí llega y con él, la gente se arremolina junto a las puertas. Esta vez será más difícil sentarse. Después de tantos años, algunas caras me resultan familiares. Hemos coincidido muchas veces a la misma hora, en el mismo sitio para subirnos al mismo tren. Sin embargo, no nos decimos nada. Sólo somos unos desconocidos que van de camino a su trabajo, con sus historias a cuestas, con sus libros y sueños. Algunas veces nuestras miradas se cruzan. ¿Estará pensando lo mismo que yo? ¿Las veces que nos hemos encontrado durante todo este tiempo?

El último trayecto se parece mucho al anterior. Más paradas, más páginas y más gente que se sube y baja. Al final, cuando la voz dulce y digital anuncia mi parada, cierro el libro. Hasta dentro de ocho horas y media la historia se quedará donde la dejé.

Inicié mi viaje con el amanecer despuntando por el horizonte. Ahora cuando pongo un pie en tierra, el sol comienza su particular andadura. Como siempre, como mi viaje hasta el trabajo, como todos los días.

No hay comentarios: