domingo, 18 de abril de 2010

La Tinta, el Tintero y... la Canción

¿Alguna vez has escuchado el sonido que produce un pensamiento al ser ahorcado? Merodeando entre la oscuridad de las calles existen peligros a los que se han acostumbrado los seres humanos. Bien vestidos, perfumados, rondan detrás de mesas en un despacho bien iluminado. Obsesionados por una vida que poco a poco han dejado de controlar, no me explico cómo las personas han podido llegar a una situación de perpetua agonía, de ver como los días se abandonan, tirados en cualquier lugar. Discursos bien preparados que defienden un estilo de vida manipulado, justificado por un dinero que nunca ha sido capaz de comprar ilusiones ni de redimir pecados.

Mientras tanto, yo no me resigno a quedarme sentado mientras otros se conforman con jugar a ser oráculos en un mundo donde los mitos y las leyendas se han convertido en un producto líder en ventas. Todo tiene un precio, y en cualquier bando que elijas antes de comenzar la pelea, has de saber que nadie sería capaz de lanzar la primera piedra. Así es el mundo que entre todos hemos fabricado, sueños comprimidos, torturados pueblan los más íntimos pensamientos que prefieren suicidarse antes de ser pronunciados.

Al terminar una de tantas singulares batallas me sorprende un sentimiento ahogado, amargo; me abandono y me aparto de cualquier lugar que me recuerde que una vez el día terminó abrazos, sin decir una sola palabra, consumiendo nuestras vidas entre caricias y sonrisas que avivaron un apetito desmedido por arrancar un nuevo jadeo, un nuevo suspiro. Con un rumbo prefijado termino recostado entre humos, palabras y miradas cargadas de ganas de olvidar tras los vasos medio vacíos de cualquier barra de bar. Cierro un nuevo capítulo y me dispongo a dejarme llevar por los primeros labios que busquen un consuelo tantas veces prohibido.

Horas oscuras para reflexionar, observo la vida pasar por delante de mi portal, llamando insistente, dejando claro sus ganas de seguir adelante, y no tengo fuerzas ni para mirar. Las luces de la ciudad se apagan dando paso a una extraña tranquilidad de la que no puedo escapar. Hasta que, de nuevo, el Sol abra sus puertas y el resto del mundo se ve obligado a comenzar un nuevo día de actividad, pisando a los demás. Con mis propios pensamientos me arropo, docenas de símbolos de interrogación sustituyen a las ovejas que hace tiempo se negaron a salir en procesión. Miedo a la noche, miedo a las preguntas sin respuesta, y a las sentencias que nadie desea escuchar. De este modo bailan las estrellas, entre nubes y un cielo vacío, mientras se intercambian historias que no me ayudan en nada, y menos aún cuando mi único deseo es olvidar.

lunes, 12 de abril de 2010

La Tinta, el Tintero y... el Mito

El mundo se distorsiona creando ángulos fugaces, luces sin sombra, oscuridad radiante. Discernir entre lo real y lo imaginario se convierte en una tarea detestable, respondiendo a llamadas de lobos con colmillos relucientes que me ofrecen una vida sin límites para mi cordura, sin pegas para su cartera de clientes. Palabras amables que esconden cadenas guiadas por un reloj incansable. Casi no puedo creer que todavía piense en cada una de las trampas que no dudan en poner bajo mis pies.

Mientras esquivo dentelladas recuerdo que hace tiempo decidí que mis pasos no volverían a alcanzar la entrada al portal en donde revolotean sus sonrisas para que cualquier incauto las intente atrapar. Me encuentro cansado, sin ganas de avanzar esperando que todo esto acabe, liberándome por fin de una agónica sentencia que tardas en dictar. Mi mente cerró la libreta en la que deseaba plasmar frases, palabras y párrafos cargadas de melancolía sin igual, hastiada de ver como nada de lo que hacía resultaba, ni para bien ni para mal. Recuerdos afilados que se niegan a abandonar las cicatrices surgidas en bares de mala muerte o en días en los que sencillamente pretendía abandonar la dichosa partida.

El viento me ha confesado que ocultó cientos de cartas que nunca te quise enviar, resentido al ver como decidiste cambiar de labios a los que besar y dolido cuando comprobó que mi respuesta no fue otra que dar un portazo en mi mundo, levantando una polvareda de miedos y esperanzas que hasta ahora no se han posado en ningún lugar. No es que me queje de todo aquello por lo que luché, de todas aquellas tardes de frases sin terminar, a la espera de ese simple gesto que confirmase si realmente te daba igual.

Los días pasan, y el tiempo no sólo conseguirá que tales cadenas se pudran sin necesidad de volver la vista atrás, si no que también me olvidaré de los porqués que tantas veces me pregunté y sólo el silencio se atrevió a responder.

domingo, 4 de abril de 2010

La Tinta, el Tintero y... la Maldición

Unas pocas semanas me ha llevado encontrar un letrero en el que se lea la palabra: Salida de Emergencia. No porque me haya perdido, en todo caso porque nunca me he encontrado; ni conmigo ni sin ti. Despistado resulta más adecuado. Decenas de páginas escritas tras un trasfondo de besos en blanco y caricias mudas de espanto. Los temas tratados han sido diversos, variados, colapsados y convertidos en un montón de escombros que intentan hacer sombra a mi propio pasado. Enterrando viejos mitos y rescatando antiguos relatos, cualquier método es válido para saber cual es el puesto que me corresponde en esta locura plagada de gente.

La respuesta ha sido más simple de lo que pensaba. Al principio, me desesperaba mientras cientos de pies caminaban por lo que parecía tierra firme. Los míos, sin embargo, me han conducido por veredas inesperadas. Rebosantes de espinas algunas, otras con el anagrama de una vida sencilla y unas pocas con sonrisas ligeras como mariposas. Incluso días del calendario, en los que se supone me debía vestir con la mejor de mis camisas y recordar fechas señaladas por una mano que no reconocía en muchos de los casos, no me he presentado dejando a mi propia sombra de lado. Soñando con besos lejanos guardando un futuro no muy lejano, un futuro de bailes de edredón y escribas de intentan evitar que sus letras se quemen en las cacerolas puestas sobre los fuegos alimentados por sus propios llantos. Un drama repleto de conquistas de medio pelo, de fugas inesperadas mientras todo el mundo te está viendo, de llantos sin venir a cuento y de risas falsas que servidas como postres de una velada sentenciada porque ninguno de los comensales necesitaba saber que estaba escrito en aquella carta.

De esta manera, sumamente extraña, me parecía que nunca encontraría mi lugar. Tardé en darme cuenta que no es necesario ni buscar ni encontrar nada, que mi lugar, aunque no me lo crea, ya no está junto a tu lado, ni al mío, ni al de ningún otro que no se atreva a soñar; mientras el resto de la humanidad se esfuerza por dominar unas fuerzas que les obligan a no ser como ellos quisieran. De todas formas, lo único que me preocupa de verdad es que mi estilográfica no logre hallar una simple hoja en blanco en donde poder continuar relatando todas estas historias que parecen no tener un final de almohadas y sábanas sin sueños de amaneceres en los que no veas llorar.