domingo, 22 de abril de 2012

La Tinta, el Tintero y... la Reflexión.

Vivimos en un mundo civilizado, dicen.

No comprendo muy bien el mundo que me rodea, ni la época que me ha tocado vivir. Se supone que he tenido la suerte de nacer en la parte civilizada de nuestro planeta. Esa parte que tiene acceso a una educación superior, a unos servicios y unas infraestructuras que son la envidia de la otra parte. Vamos, que no he tenido que matar por un trozo de pan.

Sin embargo, veo que somos tan necios, ignorantes y depredadores como el que más. Carroñeros que enarbolan banderas de democracia y libre comercio para justificar los más terribles actos en nombre del progreso.

El mundo civilizado, dicen. Civilizado, sí, ¿Pero en qué sentido? Si lo dicen porque hemos dejado de matarnos los unos a los otros para ver quien es el nuevo macho dominante, disculpen pero tengo mis dudas. En esta ecuación cambiemos el individuo por el conjunto, y el conjunto por países, corporaciones o lo que ustedes quieran. Lo que sea pero que no implique acción individual. Vale, hemos aprendido a usar el grupo como escudo, algo más civilizado, en eso estoy de acuerdo.

Ahora cambiemos eso de matarnos (que suena muy mal) por algo más elaborado. ¿Capitalismo? ¿Libre comercio? Suena mejor, ¿no? No nos quitamos la vida los unos a los otros. Resulta más 'chic” ahogarnos en letras e hipotecas. Hipnotizarnos con agresivas campañas de marketing para lanzarnos en una carrera por tener más que nuestro vecino. Si por algún casual te quedas fuera, tranquilo que nadie te va a matar. Te convertirás en un paria, un sin techo que mal vivirá el resto de sus días entre cartones aguantando las miserias de los días y alguna que otra paliza de tus queridos conciudadanos.

Más sofisticado, más sutil, más perverso, en definitiva, más civilizado.

Demos ahora un pequeño paso para el hombre y un gran salto para nuestra perfidia. Supongamos que estamos dentro del sistema, dentro de un grupo civilizado. Somos geniales, no cabe duda. Antes de continuar, os recuerdo que en los albores de la humanidad, el líder era el líder porque poseía la capacidad de desparramar los sesos de los más débiles. Ahora que no somos más civilizados, el líder ya no necesita la fuerza bruta, sólo necesita ser más sofisticado. Es decir, un completo hijo de puta.

Bien, por donde íbamos, ah sí, estamos dentro de un grupo, con eso que los franchutes llaman 'charme'. Por necesidad, desde que el hombre vive en asentamientos (y más tarde en ciudades), ha necesitado comerciar. Esto es bueno, naturalmente. Yo tengo algo que tu quieres y viceversa. Realizamos un intercambio y todos tan contentos. ¿Pero que sucede cuando nuestra codicia nos empuja a más? El intercambio se queda corto, y entonces surge algo nuevo: los beneficios. En una situación de equidad esto no se puede dar. Nadie da 'duros a pesetas' y a no ser que quieras más de lo que tienes tendrás que esforzarte para lograrlo y aquí viene lo bueno.

Empujados por esta codicia que tanto bien ha hecho al mundo occidental (sí, tanto bien, sin ella no tendríamos lo que tenemos), nos encontramos con que nuestra parte civilizada ha empleado los mismos métodos de sometimiento a una escala global. Lo mismo que se le hace al individuo se lo hacemos al resto del mundo, o al revés, no lo tengo muy claro. Para justificarse(nos) hemos escrito y reescrito leyes con las que se benefician unos pocos - mientras que al resto nos dejan las migajas o nos dan un caramelo por nuestro buen comportamiento.

Si no quieren jugar con nosotros, les hemos empujado a la autodestrucción más sistemática, al tiempo que sacábamos por la puerta de atrás todo lo que nos daba la real gana. Sin preguntar, pues nuestras propias leyes nos blindan política, judicial y moralmente.

En otros casos, y gracias a la avaricia de unos pocos, hemos logrado reinventar el concepto de esclavitud. Total, a quien le importa, hemos nacido en la parte civilizada del planeta y nosotros no somos esclavos de nadie... Oh mierda, espera un momento.

Ahora ya no me suena tan bien. Puede que sea porque con los tiempos que corren le estamos viendo las orejas al lobo, y toda esta pantomima de la que nos han dejado ser parte (os recuerdo que todos hemos contribuido a que estemos en donde estamos) se está derrumbando como un castillo de naipes.

Vivimos en la parte civilizada del planeta, dicen, y civilizados somos, desde luego.

miércoles, 11 de abril de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Arlequín

¿Sabéis? Lo bueno de actuar como un bufón es poder decir las cosas tal y como son. De manera directa, sin miramientos ni pedir perdón. Las verdades más amargas se endulzan con una risotada porque a nadie le importa lo que hables.

En parte me gusta, en muy pocas ocasiones te muerdes la lengua o mides las consecuencias. ¿Es malo? Según como lo mires. Reflexionando sobre el tema y viendo como se mueve MundoReal™ carece de lógica.

Sin embargo, caminar sobre el filo de la navaja es un asunto serio. Muy serio.

Una cabriola y sueltas una verdad que deja seco al más pintado. Ríes a carcajadas y sigues tu camino. Ahora bien, mucho cuidado porque os recuerdo que ser un bufón también tiene un lado oculto. Al bajarse el telón y todo el mundo abandona la sala. Sus bromas se quedan flotando en el aire sin nadie que las escuche. Entre bambalinas pocos son los que se acercan y muchos los que te observan.

Cuando la última luz sobre el escenario se apaga, antes de entrar en el camerino, puedes leer una pequeña nota que guardo en el bolsillo.

“Ríe, y el mundo entero reirá contigo. Llora, y llorarás solo.” – Ella Wheeler Wilcox

¿Lo suficientemente escueta para que te des cuenta? ¿Comprendes ahora la poca cordura que me queda?

lunes, 2 de abril de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Paño

Cierro la puerta de mi casa. Dos vueltas de llave y toda la energía del día se evapora en un instante. Respiro profundo, sin desprenderme de la mochila o el libro. Conecto el automático y realizo los mismos pasos un día tras otro. No es que me sienta mal, tan sólo estoy un poco cansado de vestir siempre con los mismos zapatos y perseguido por la misma sombra del año pasado.

Un buen chico. Sí, supongo que es una etiqueta visible. Un poco confuso. Y quién no.

Los días en los que me desinflo al llegar a casa no me gustan. Tensión nerviosa, comenta mi madre, y puede que no le falte razón. O puede que sea yo mismo quien se impone un ritmo de pensamiento frenético y cuando tengo la oportunidad piso el freno hasta parar en seco.

Lo que sí agradezco es el haber desconectado de las noticias durante un par de meses – que no tenga televisor en casa ayuda un poco. Resulta difícil permanecer ajeno ante la extraña realidad que no está tocando vivir. Cada 24 horas MundoReal™ me resulta más y más insólito. Como si me hubiera tocado una época de la que no formara parte.

Leo eslóganes con frases pegadizas sobre como vivir, como vestir, que opinar o reaccionar. Los más atrevidos, insultan, amenazan o juegan con el miedo sin ningún pudor. Otros, los menos, intentan hacerse un hueco esgrimiendo la verdad. Pura y simple. Eso que ya nadie quiere escuchar.

Mientras los carteles se difuminan entre estación y estación, tengo la sensación de estar dando oportunidades a las personas equivocadas. La misma que cuando lanzas una piedra a un pozo con la esperanza de oír el sonido del choque cuando alcance el fondo. Media hora después continúas mirando con cara de tonto.

Hoy es uno de esos días en los que mi MundoImaginario® se cierra del mismo modo que la puerta se cierra tras de mi.