lunes, 25 de julio de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Definición

El sombrero me lo quito ante muchas situaciones que he visto, que he vivido. Lo guardo cuando no quiero saber nada del mundo. Cuando me canso de ver como mucha gente es capaz de esgrimir argumentos en contra del mundo para luego no salir de su maldito ombligo.

Hace tiempo que me olvidé cómo es eso de ser un cruzado en pos del “buen hacer”, de ser un gran amigo que ni llama ni se deja ver. De dar lecciones sobre la vida, el trabajo, el amor. Ni puedo ni quiero poder. Las lecciones se ofrecen como moneda de cambio, y mi, si te soy sincero querida, vuestras conferencias desde lo más alto del escenario, me importan un rábano.

Me quedo con mis sombras, del pasado o del medio día, con esos amores inventados. Con mis tardes tumbado, leyendo o dibujando nubes en un techo pintado de blanco. Con mi música, mi cuadernos, mis ganas que se duchan por cuarta vez en lo que va día. Y me quedo mudo ante historias de la vida que desconozco como han de ser vividas. Sin embargo, me río de mi mismo, del payaso bobalicón que se refleja cada mañana en el espejo. De ese que no sale de sus libros, que no entiende nada sobre comportamientos sociales más allá de unas cervezas y unas risas en los bares.

martes, 12 de julio de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Cansancio

Por una vez, ni me pierdo, ni me quiero perder, ni en este mundo ni en aquel.

Continuo con lo mío, que es soñar con los ojos abiertos y la boca cerrada ante la realidad. Las palmas a la espera de poder contar cuentos increíbles del otro lado del mar de Nunca Jamás.

A pesar de este nuevo hogar, permanezco igual. Inmutable ante las vidas que se dejan arruinar por sueños tan creíbles como los cantos de las Sirenas en alta mar. De conversaciones anodinas, de pensamientos transformados en palabras, tan absurdos, tan vacíos de contenido, tan centrados en vivir dentro de unos límites que se olvidaron de todo lo demás.

Que os voy a contar.

Sin embargo, sigo creyendo que existe algo más. Supongo que por eso me quedo aquí, a la espera o buscando sin cesar, otro camino en el que resuenen tambores de guerra. Uno de esos que dé miedo el mero hecho de pensar en recorrerlo. Una senda que me lleve lejos, donde no tenga que escuchar lamentos arrojados a la cuenta por calendarios que no saben ni en que día están.

Si alguna vez doy con el rastro, no te preocupes que yo te aviso. Por si te has decidido a cortar con los antiguos lazos y prejuicios y te atreves a sonreír conmigo.

lunes, 4 de julio de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Vigilia

Me despierto dentro de un sueño. A un lado quedan los restos de un mundo al cual ya no pertenezco. Hace tiempo que siento como mi sombra ya no tiene dueño, ni rumbo, ni ganas de seguir con este cuento.

El viaje, extraño, da comienzo cuando, al fin, me duermo. Cuando todos los ruidos se ocultan tras un velo negro. Cuando mi mente, hastiada de tanta monotonía, de tantas ganas reprimidas, de tantos desprecios y tantas sonrisas que esconden puñales para degollarte por la espalda.

Al abrir los ojos, oscuridad. Camino a ciegas y no se diferencia mucho de cuando tengo los ojos abiertos. Unos pasos más, mis vista se acostumbra. El negro se disuelve en una tonalidad de grises, que van dando forma a ciudades por donde pasean mis pensamientos. Me acerco un poco más y distingo formas borrosas que susurran tu nombre. Apoyadas en siniestros alféizares de moradas que ningún hombre se atrevió a pisar.

El sueño no cambia, acelero el paso. Termino en el borde de un espigón. Enfrentado un mar que atesora con rabia todos esos momentos que no nos supimos dar. Las olas rompen y el agua, que roza mis labios me sabe a sal. A la misma con la que cierro mis heridas para recordarme que no te puedo olvidar.

Transcurrido un tiempo, la Luna me dice que ha llegado el momento de desvelarse. Me levanto, me desperezo... Y al mirarme en el espejo pienso que no estaría tan mal desvanecerse en el tiempo como un maldito sueño.