lunes, 16 de julio de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Despertar

Una mudanza a medio acabar, o más bien por descubrir.

Lo principal, lo básico está en su sitio (o casi). Una buena cantidad de libros, el ordenador, las plumas y estilográficas. Una mesa aquí, un mueble allá. La cama y otros enseres indispensables ocupan su lugar.

Durante el primer traslado caí en la cuenta de muchos recuerdos que aguardaban en cajones olvidados. Al abrir cajas y armarios, muchos de ellos me sonreían y preguntaban “¡Eh! ¿Dónde habías estado?”. Con las mismas, recordé los momentos pasados y sonreí con ellos mientras pasaba páginas, leía cuentos o volvía a articular viejos muñecos.

Ahora me acompañan de nuevo, a la vista muchos de ellos, al alcance de la mano unos cuantos y otros vuelven a los cajones y alcobas a la espera de nuevo renacimiento.

Sin embargo, la historia no acaba aquí. Un par de días atrás recibí una llamada de mis padres. Habían finalizado la búsqueda que comencé hace un año. De nuevo, más recuerdos de tiempos casi olvidados. Muchos de ellos, con los inevitables signos del paso de los años, me esperaban cerrando filas con esmero.

En esta ocasión se mezclaron los sentimientos. Hubo de todo, algunos me recibieron con los brazos abiertos, otros se habían olvidado de mi por completo. Otro grupo me miraba de reojo sin querer saber nada de mi. Entre todos formaban un grupo de lo más vario pinto. Desde álbumes de cromos a 60 pesetas cada uno con todos sus cromos pasando antiguas video consolas que aún funcionaban con la misma fuerza de hace siglos hasta juguetes mutilados que aún temblaban de miedo cuando mis manos se posaban sobre ellos. Fotos y más fotos de momentos de los que casi ni me acuerdo. Hasta las escasas medallas ganadas tintineaban como aquel día que colgaban con orgullo de mi cuello, tras una jornada pintada a mano por esa gloria que tan rápido se esfuma cuando a penas tienes ocho años.

La panda, armando bulla, se fue metiendo uno a uno otra vez en cajas. Esta vez con la ilusión de un nuevo viaje, una nueva meta, una nueva casa.

lunes, 9 de julio de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Bostezo

Volvemos a estar en la cuerda floja.

A mi esto de las alturas ni lo llevo ni lo dejo de llevar. Siempre y cuando esté bien sujeto a algo. Lo malo es entrar en caída libre.

Esta sensación no me es del todo indiferente. Desde que comencé con esto de trabajar, la he vivido una docena de veces. La diferencia está en que, en esta ocasión, es como si el mundo se hubiera olvidado de mi (o no).

Llevo unos cuantos días sin escribir porque intento poner orden en mis pensamientos. Trato de localizar ese cabo suelto que logra, sin quererlo, que nada de todo esto tenga sentido. Se supone que deberíamos de estar cagados de miedo, corriendo de un lado a otro temerosos de la sombra que cierne sobre nuestras cabezas. Implorando una solución para unos problemas generados ex profeso.

Pues no, a mi alrededor todo es calma. ¿Y cómo voy a ser el único que pierda la cabeza? ¿Será que la mantengo fría (la cabeza) cuando el resto es presa del pánico? Puede que ocurra lo que ocurra, siempre acabo nadando contra corriente.