miércoles, 15 de mayo de 2013

La Tinta, el Tintero y... el Anzuelo

Hoy vengo a hablaros (o a escribiros) sobre un tema que poco tiene que ver con la escritura, o mucho según se mire: La música.

Pero no el tipo de música que puedes escuchar en la radio, repleta de grupos de moda, de canciones de discoteca y bailes imposibles. No, la música de la que vengo a hablar se encuentra situada en un extraño confín, en una remota región a la cual todos hemos llegado en algún momento de nuestra vida pero que, por hache o por be, no le hemos prestado suficiente atención. Al menos eso era lo que me pasaba a mí hasta que, hace unos años, movido por una curiosidad inexplicable comencé a investigar sobre el tema.

Me estoy refiriendo a La Música para Trailers o Música Épica. Este tipo de música, como bien indica su nombre es, ante todo, puramente comercial. Usada en anuncios, trailers de películas, video-juegos y, en general, cualquier tipo de producto para el cual se necesite un reclamo especial. Un anzuelo dorado que nos obligue a fijarnos el tiempo suficiente como para recordarlo más tarde, para que nos sintamos atraídos por aquello que tenemos delante de nuestras narices. Así es la vida, el libre comercio y todo lo que queráis. Sin un reclamo adecuado no se vende.

Sin embargo, cuando indagué sobre este tipo de música me di cuenta de que había algo más que unos simples anuncios o unos cuantos video-juegos delante de ella. Cuanto más la escuchaba más me gustaba porque me recordaba a aquellas aventuras que me fascinaban cuando era pequeño (y no tan pequeño), repletas de aventuras, de héroes y villanos, de proezas increíbles, de batallas repletas de honor y gloria. Porque me transporta a mundos que no están al alcance de todos esos gerentes que sólo hablan de cifras y amenazan con el despido a las primeras de cambio. Porque no saben de contratos basura, de porcentajes de pérdidas o ganancias, ni de trajes y corbatas para dar una buena imagen ante el cliente.

Aunque a lo mejor, es justo lo que pretenden con todo esto y que su propio señuelo comercial venga en forma de aventuras épicas porque, ya sabéis, sin el reclamo adecuado no se vende y puede que yo me haya tragado el anzuelo, el sedal y hasta el pescador con traje y corbata que aguardaba tranquilamente en su barca.

En cualquier caso, me acompaña cada vez que necesito y quiero desconectar. Cada vez que la vida se vuelve demasiado gris, demasiado cuadriculada. O cuando busco esa escurridiza inspiración para una nueva historia, un nuevo guión, una nueva palabra.

Aquí no encontraréis más que un buen puñado de violines, trompetas y demás instrumentos “clásicos”, en muchos casos sintetizados, en otros alguna que otra orquesta se ha atrevido a interpretar la canción en cuestión. Nada de ritmos de chiringuito o de pistas de baile, o al menos no al uso. No me imagino yo bailando esto en la discoteca de turno, la verdad.

Muchos de vosotros podréis llegar a pensar: “Eh, esto no es más que otra forma de vender a cascoporro.”, “Otra vuelta de tuerca de las grandes empresas para que sigamos consumiendo.” Y puede que tengáis razón. Que todo esto sobre lo que os estoy hablando no sea más que otra mentira para mantenernos callados, sentaditos y que no prestemos atención a lo verdaderamente importante.

Quién sabe. A título personal, su descubrimiento me supuso un cambio, un soplo de aire fresco, cuando estaba cansándome de toda esa música que no me llenaba como antes. De sentir que mis pies no se despegaban de suelo tratando de alcanzar a mi propia imaginación que ya se encontraba saltando de nube en nube.

Para quien no la conozca y se esté preguntando sobre qué narices estoy hablando os dejaré unos cuantos de enlaces para que podáis juzgar por vosotros mismos.

Two Step From Hell - El Dorado
Future World Music - Dream Chasers
Two Step From Hell - Winterspell
Full Tilt - Interstellar

domingo, 5 de mayo de 2013

La Tinta, el Tintero y... el Contratiempo

Todo cambio, cualquier cambio comienza con un deseo. Con el tiempo he aprendido que los deseos cuanto más simples mejor. De nada (o de muy poco) me sirve pensar en grandilocuentes finales, en metas gloriosas, si no estoy dispuesto ni tan si quiera a dar el primer paso.

Por aquí, entre mis muchos cuadernos, tengo un par de agendas. Sí, sí, agendas de anillas, de esas que se ven tan poco en un mundo lleno de tecnología. Las guardo con un propósito que hasta ahora únicamente estaba en mi cabeza. Porque veréis, tengo una pequeña manía, me encanta escribir a mano. Una afición que se remonta tiempo atrás. Digamos que si no lo escribo de mi puño y letra le falta algo, mira que he tratado de usar más el ordenador para plasmar mis ideas, mis proyectos o mis tonterías pero si antes no está en una hoja de papel... Mal empiezo.

De ahí las agendas. Hasta ahora cerradas, con un par de anotaciones aquí y allá, nada serio. Pero como ya he dicho: deseo cambiar. Quiero centrarme (una vez más) y buscar un pequeño sitio donde pueda estar (casi) sin molestar a los demás.

Con este pequeño pasito, este tan insignificante como abrir una agenda pienso dar rienda suelta a una parte de mi demasiado tiempo ocupada en otros asuntos.

Ya veremos hasta dónde me lleva este nuevo, pero al mismo tiempo, viejo sendero.