sábado, 24 de marzo de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Mando

¿Alguna vez habéis practicado caída libre? Esa sensación de vacío bajo los pies. Ves como todo se precipita hacía ti y no puedes hacer nada por evitarlo.

Así me siento. El suelo ha desparecido o me lo han robado y caigo en completa libertad sin poder parar. Lo único que puedo hacer es ver como el suelo se acerca más y más rápido. Cuando me sucede esto no tengo ni idea sobre como tengo que reaccionar.

A lo mejor es el trabajo que ya no me llena ni me motiva. O el móvil que suena de higos a brevas. O incluso el cambio a mejor que me espera a la vuelta de la esquina – o eso reza la última entrevista. No tengo ni la menor idea.

Lo peor de todo, desde mi punto de vista, es que tengo pendientes un montón de ideas a medio escribir. Estoy pasando esa maldita fase en la que deseo escribir y no puedo. Mi mente amasa las ideas en un par de proyectos pequeños. Un par de relatos, uno que debo a dos amigas y otro que dejé aparcado mucho tiempo. Sin embargo, cuando me siento y enciendo el ordenador, las ideas huyen aterrorizadas. Lo poco que escribo no me convence en absoluto.

Tengo la horrible sensación de estar gritándole al desierto, – ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? – En fin, no sé ni para que me molesto.

El cansancio, el aburrimiento de ver como desperdicio las horas del día consiguen que no esté en mi mejor momento. Me comporto como un autómata lleno de ira. Observo, impotente, como se cierran todas esas puertas en las que está escrito la palabra “Salida”.

Ni tan siquiera busco entre las miradas. Sigo mi camino con una idea fija: llegar a mi casa y ver como el mundo arde por los cuatro costados.

Hasta tal punto he llegado que quiero adoptar un gato.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La Tinta, el Tintero y... la Frontera.

Esta vez no se me ocurre nada original que contar. Ni que me pierda ni que me deje llevar. Más parece que me encuentro en una burbuja de cristal.

Cierro los ojos. Los caminos se entrelazan en una maraña de luces y sombras difíciles de alcanzar. Me esfuerzo por querer llegar a ninguna parte, y al final es justo lo que estoy consiguiendo. Dicen que todo el mundo necesita un cambio. Yo he mudado tantas veces de consciencia que ni me atrevo a adivinar que es lo que esconden tus pupilas tras la Luna llena.

Voy y vengo. Aparezco y desparezco. Unos días con el sol de cara y otros hasta las nubes me dan la espalda.

domingo, 11 de marzo de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Frente

Me encuentro ante una puerta que jamás he abierto.

En un pequeño letrero reza la palabra Realidad, de sobra sé que en el reverso está escrita la palabra Sufrimiento.

¿Cómo he llegado hasta aquí? Poco recuerdo del camino recorrido. Del mismo modo que sueño con ese beso y esa sonrisa que nunca encuentro.

Abro los ojos, resulta que estaba durmiendo cuando sentía tus caricias o me veía paseando cogido de la mano junto a una puesta de Sol que nunca termina.

Cada vez que me paro y respiro noto a mi alrededor un tremendo vacío.

Muchas voces me dicen ya llegará mi momento, que todo está bien. Si me detengo y observo, la tristeza es tan sólo una pequeña nube negra que intenta tapar todo el cielo.

Pero ya no les creo. Han pasado muchas Lunas que me han visto como siguiendo o rompiendo las reglas del juego, al regresar a casa lo único que me agarraba la mano era mi propia soledad con unas cuantas copas de más.

Sin darme cuenta, he abierto la maldita puerta que me llevará directo a un Infierno por el cual, ya me ha visto varias veces caminar.

domingo, 4 de marzo de 2012

La Tinta, el Tintero y... la Estación

Todo comenzó siendo una pequeña molestia.

No le daba la mayor importancia, mi vida continuaba sin más preocupaciones que las necesarias. Ir de aquí para allá, saltar de trabajo en trabajo, charlar con los amigos, salir de fiesta. Lo habitual.

Con el paso del tiempo, comencé a abrir más frentes. El trabajo me sabía a poco y me llenaba aún menos. No soy de los afortunados que se sienten realizados con eso de levantarse a las 6 de la mañana, estar ocho horas – legales, el resto ya se sabe. – peleando con gente que lo único que entiende es el sonido de las monedas al chocar en su cuenta corriente y regresar a casa con el único aliciente de prepararse la cena y salir pitando a la cama para intentar descansar, al menos, como una persona normal.

Más bien, entro en el grupo de los inconformistas sin remedio. Algo parecido al perro del hortelano en versión nihilista. Admito que si no te gustan los trabajos, te los tomes como un medio y no como un fin. Pagan las facturas y se acabó. Sin embargo, no puedo estarme quieto.

En mi mente se han llegado a cocer más historias, guiones y aventuras de las que puedo recordar. Cuando tomé la decisión de canalizar todo esto en papel, algunas se han conservado y otras han desaparecido por completo. Otro grupo a parte son las que pertenecen al género de “historia escrita y acabada”, aunque de momento son las menos.

Si alguno de los que me lee, con o sin frecuencia, le gusta escribir, tal vez comparta conmigo la siguiente conclusión: de entre todas las posibles aficiones que existen, la de escritor es una de las que más tiempo consume. Ya sea escribiendo relato corto, cartas a amigos, novelas, o lo que quieras, intentar compaginar una vida cuadriculada con otra en donde las ideas y la imaginación sean el motor de cualquier creación resulta, como mínimo, complicado.

Como todo esta es una visión muy particular, basada en mi propia experiencia.

Porque todo comenzó como una pequeña molestia. Ahora, la falta de tiempo es una dolencia crónica. Cada día que pasa, me veo más como un extraño funambulista, tratando de buscar el equilibrio entre el MundoReal y el MundoImaginario®.