miércoles, 21 de julio de 2010

La Tinta, el Tintero y... las Tijeras

Al acabar el día todas y cada una de las miradas, fijas en tu sonrisa, se van a la cama. Despacio, sin prisa. Se despojan de las falsas apariencias y traidoras muecas, cansadas de aguantar bravuconadas vendidas por un puñado de monedas de plata. Así, sin pedir permiso mientras busco desesperado el hilo que me guíe hasta mi destino. El sol se pone y noto como me corto las manos al recoger los fragmentos de labios de cristal que se hicieron trizas justo antes de poderlos besar.

El horizonte engulle con ansia los últimos restos del ocaso, dando paso a una noche perlada con la luz de cada una de mis esperanzas. Todas las lancé al cielo para poder recogerlas en las frías tardes de invierno. Arrancadas una a una por las codiciosas gotas de lluvia caen sobre mis manos abiertas, cicatrizando viejas heridas que aún permanecen en carne viva. Ocultas por envidiosas nubes que sólo desean arrastrar el veneno que desprenden tus ojos azules por esta ciudad sin luces.

Y este juego termina en el mismo instante que el sol se abre camino y me descubre con una de esas sonrisas que tú te empeñaste en hacer añicos con tus mentiras.

miércoles, 14 de julio de 2010

La Tinta, el Tintero y... el Espolón

Hoy va de tinta que se seca sin contar nada más, de portazos que gritaban por siempre jamás adornados con un guiño al final, de sueños que se ahorcan en los péndulos cuyo tic tac marcan las horas en soledad, de sonrisas perdidas en las bodegas de un barco hundido junto a tesoros que ya no se podrán recuperar. Incluso de risas y abrazos de esos que no vienen a cuento, de días perdidos sin ningún sentido pero con el camino de vuelta a casa con el sabor del último cigarrillo.

También es de atardeceres eclipsados por historias que te hacen sonreír y nunca pronuncian una palabra de despedida, de cervezas bien frías sólo o en compañía, de perderse en sus ojos o de comprar una tontería para escuchar su voz y regresar otro día, de calles repletas de escaparates, tiendas y disfraces, de manos infantiles que juegan al burro sobre un puñado de miradas tristes, de canciones que desearías que nunca terminen, de pasar inadvertido cuando sabes de sobra que te está quitando la ropa con la mirada.

Y todo esto lo digo sobre una hoja en calma, cansada de tanto correr y nunca decir nada.

lunes, 5 de julio de 2010

La Tinta, el Tintero y... el Suelo

Las nubes se abren dejando paso a cielo sin sol y a una noche sin estrellas ni luna. Camino por esquivas calles que a mi memoria traen recuerdos de tiempos que ya no sé si fueron mejores. Escribo, sí, escribo lo que siento, lo que veo. Pues en estos momentos mi vida la plasmo en tres libretas de color negro. Cada una de ellas repletas de instantes cincelados en blanco y negro, a golpe de plumín y corazón que no ceja en su empeño.

En tres cuadernos, tres, narro mi vida. Tres páginas blancas me aguardan siempre al acabar el día, con sus brazos abiertos y sus miradas esquivas. En todos ellos escribo mis fantasías, locos pensamientos de niño pequeño, de sombra de Peter Pan que no quiere regresar al cuento. Cada uno posee una parte de mi, inconfesables pedazos de mi alma guardados en los torreones de castillos tan inexpugnables como mis propios sueños.

En el primero, mi vida gotea día a día, narro todo lo que se digna a pasar por delante de ella. Desde mis angustias hasta las más profundas rutinas, pasando por sueños que me dibujan una sonrisa y recuerdos pegados como un collage de luces y sombras, de victorias y derrotas.

En el segundo, un esbozo de mi gran anhelo; historias sin dueño, cuentos y fábulas para mantenerme despierto.

En el tercero, invento amores que hasta ahora sólo ha vivido el cielo, mezclados con las verdades de lo que siento. Todas las ensoñaciones de un corazón que no ha conocido otra cosa que el raspar contra las hojas frías y duras que no parecen tener fin. De un corazón que aprendió a secarse las lágrimas que no derramó en toda su vida sobre estos tres cuadernos.

Tres por tres hojas en blanco repletas de una vida llena de miedos, de esperanzas, de risas, de magia y de encantamientos. A rebosar de sentimientos que, tal vez, sólo mis ojos lleguen a leer.

Tres cuadernos en los que no paro de escribir ni un momento.