jueves, 27 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Rosa

Que esta pasión mía sea testigo y carcelero de estos brazos que nunca te han poseído a cielo abierto.

Que esta pasión mía se convierta en mi mayor don y mi peor castigo.

Que esta pasión mía sea el principio y el fin de todos los sueños que siempre he tenido.

Que esta pasión mía se transforme en mi única guía y en mi peor pesadilla.

Que esta pasión mía ilumine mis pasos por esta tierra baldía.

Que esta pasión mía sea capaz de llevarme a casa cuando pierda toda esperanza de poner tu vida junto a la mía.

Pues en esta, mi última hoja confieso todos mis defectos: siempre viviré una vida repleta de ilusión. Solo o en compañía.

Por lo tanto lo único que me llevará a la tumba será un sentimiento traicionero. Uno de esos que tanto deseo, casi tanto como uno de tus besos.

N. del A: En breve comienzan mis esperadas vacaciones, las cuales me llevarán literalmente de una punta a otra de la Península.

Renovaré energías todo lo que pueda, aún me queda muchísimo camino que recorrer, en el que espero recomponer mi maltrecho corazón. Quedan muchas más historias que contar y muchas calles de Madrid y otras ciudades que saborear y compartir...

Por supuesto, mis estilográficas y mis cuadernos no me abandonarán durante el viaje, pues creo que ni quiero ni puedo desengancharme...

Hasta dentro de dos semanas – como mínimo –, mis fieles soñadores y... soñadoras.

jueves, 20 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Reflejo

Ojos que observan, temblorosos. Devoran la niebla, la renuevan con lágrimas que caen sobre las llamas de vanas esperanzas. Se enredan en telarañas, tejidas por tantas y tantas noches mal dormidas y peor sudadas. De lunas cascabeleras que se burlan de las vidas que buscan refugio en camas ajenas. Con los días que pasan, noto que ya no estas tan cerca. Aunque no eres tú quien esta vez se aleja; soy yo el que se marcha en busca de nuevas puertas donde me permitan desembarcar mi pena.

Intentando olvidar las veces que lo aposté todo a la única carta que llevaba tu nombre. Aguardando con hambre las resacas de ropa mezclada entre la puerta y tu cama. Oí comentar que te has vuelto más dura, más insensible. Yo, en cambio, he conseguido ahogarme en un mar de dudas. De esos que caben en el dedal que usaba para remendar las herida causadas por caricias bajo los hielos de cualquier cristal.

Escuché que te olvidaste de mi nombre. Aunque me sorprende de verdad que todavía no te hayas dado cuenta que no me importa lo mucho que intentes ignorarme, borrarme o aniquilarme. Siempre que te veo cruzar por delante de aquel escaparate sueltas una lágrima que riega la flor, única testigo, del único beso que conseguí robarte.

Que extraños días, caminando entre nubes de tabaco y bostezos por un final mal acabado. Puede que sea por el calor, por estas ganas de romper con todo aquello que una vez nos ató. Comenzando por esta siniestra sombra que, en cualquier lugar y sin razón, me clava tus recuerdos como un puñal. A menos de un metro de mi conciencia distingo las calles, los bares, los parques y las tiendas donde alguna vez mis manos se perdieron entre tus piernas. Soldados cansados de aguardar ese último asalto que nunca llega. Hastiados de mirar al cielo con el miedo al olvido eterno desdibujado en cada beso y en cada segundo que el reloj lo recordó, siempre con el barro del amor hasta el cuello.

El cansancio me pesa, muy a mi pesar. Cansado de jugar con reglas que nadie se ha molestado en explicar, casando de que cada vez que suena el despertador, me dé la vuelta y no encuentre más que páramos de tela, que se olvidaron a qué sabe tu piel recubierta por el sudor de una noche de puro placer.

Cansado de seguir adelante, obligado por sueños que lo único que quieren es verme caer sin remedio a tus pies.

Cansado de recordar tus besos cuando nadie me ve...

jueves, 13 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Báculo

Supongamos que deseo perderme en un sueño. Imagina que lo único que me conviene es seguir paseando entre arboledas que susurran sueños al viento. Sospecha que pase lo que pase siempre jugaré con la idea de recorrer el elástico que se aferra a tus caderas. Imagina que cada vez que me buscas no me encuentras y cada vez que te busco me pierdo entre miles de letras, palabras mal escritas, caricias por un día.

Considera un puñado de posibilidades, tantas como besos que nunca nos hemos dado. Piensa en cada palabra que jamás nos dijimos, miradas con puntas afiladas de lascivia. Sospecha que nada de lo haces merece la pena, dejando de lado el brillo de las sonrisas, maquilladas por tantos carmines color desconfianza. Ni todas tus ropas, ni todas las horas que marca mi reloj, valdrán para volver la vista atrás.

Figúrate que no hemos perdido a tantos como creíamos por el camino, puede ser que ellos nos perdieran a nosotros. En su afán por ser ellos mismos, abriendo senderos por los que ya nadie desea pasear. Mirar las estrellas, como tantas veces las observé reflejadas sobre tus pupilas porque simplemente esa noche no me quería marchar.

Supongamos que las olas del mar no escupen malos recuerdos, que la piel no se quema con tanta fotografía que anhelas olvidar. Supongamos que me niego a olvidar tus besos. Que me cansé de robarle a la luna todas esas oportunidades, las que te llevaste al cerrar las sábanas que cubrieron las caricias que nos dimos en todos y cada uno de esos malditos bares.

Supongamos por un momento que estoy hablando de tu pelo, de tus ojos, de tus labios, de tu cuerpo. Supongamos por un instante... que jamás me cansaré de ti.

viernes, 7 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Juez

Entre las grietas del mundo me muevo, deslizo mis pensamientos, acaricio con mis dedos sombras que se filtran entre claroscuros. No miro al suelo como tampoco lo hago al cielo. Buscando rastros de una vida sin sueños he alcanzado los límites del universo. En mi camino me crucé con cientos de vidas metidas en sus correspondientes burbujas, pisé por aquellos páramos en donde sólo los locos escriben poesía sobre piedras para abandonarlas en las cunetas de cualquier corazón. 

Intercambié palabras, historias inventadas, con hombres y mujeres cuyo único propósito fue la ambición, el dinero, ganándose un sitio en lo más hondo de la desesperación. Como también con tinieblas que se abandonaron a la más pura sin razón, dentro de sus mundos fantásticos, cubiertos por el manto de la guerra, de la magia, y de tantas otros cuentos que jamás supieron quien les observaba al otro lado del espejo.

Vi romperse corazones que aparentaban ser más duros que el propio hielo, con sus gritos y aullidos paralizaron civilizaciones enteras. He reído cuando debería llorar y no he derramado una sola lágrima al notar como mi alma estallaba en mil pedazos. Luché por causas perdidas y mi imaginación me traicionó construyendo quimeras en jardines donde su sólo encontrás rosas de cristal.

Puede que te esté mintiendo, puede mis sentimientos, guardados bajo llave, no dejen nunca de golpear las paredes de su encierro. Tal vez no sea mas que un juglar con ganas de cantar proezas que alguna vez alguien tuvo el valor de realizar. Pero después de tanto dar vueltas sin parar, he de reconocer que si alguna vez he de morir, le pediré al verdugo que me ahorque con tu cabello... como último deseo y nada más.

domingo, 2 de agosto de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Cereza

El humo del tabaco se escapa por todas las heridas mal cicatrizadas, siete días y dos docenas de sueños tirados a la papelera me encuentro nadando en una piscina de lágrimas jamás derramadas. Secando al sol cada una de mis sonrisas cubiertas de nicotina, sin ninguna clase de sabor. Como me gustaría poder devorar todos esos kilómetros que me separan de una vida normal. Sin la necesidad de imaginar, de volar por encima de la trivialidad. Amparado en muros de papel, en donde tras ellos ya ninguna caricia quiere continuar frotándose las manos con sal antes de posar sus gélidas yemas sobre una piel que ya no tiene nada que perder.

Tras tantos años, navegando sin rumbo, sin nada con lo que traficar, me he dado cuenta de un detalle importante: mi propia felicidad. Siempre la he buscado en labios y abrazos a los que les importaba un carajo mi nombre o si realmente me querían volver a ver. Copa tras copa y bar tras bar, lo único que me he podido llevar con toda la tranquilidad son los bolsillos llenos de humo y de sudores fríos recogidos de cualquier vaso de cristal. Elijo el reconfortante sonido del polvo al posarse sobre mis papeles, los mismos que una vez despreciaste por contener historias increíbles, fantásticas, que ninguna mente con todas las facturas tatuadas sería capaz de sospechar.

Me quedo con mi mano inquieta, sosteniendo una sencilla estilográfica, gastando a manos llenas cientos y cientos de palabras escritas con tinta. De recuerdo, uno de tus besos con lengua, de esos que nunca me dabas. Pues ya tenías a tu lado a uno con los pies en la tierra. No como yo que siempre me gustó andar cabeza abajo. Un día de estos cuando ya no posea nada que pueda perder, supongo que los terminaré posando en el mismo suelo donde, con vinagre y mucho periódico sobre deportes, riegan los proyectos de mentes llenas de reflexiones alocadas, de noches en vela acariciando tu cuerpo con la punta de mis dedos, de preferencias por seguir riendo o de escuchar, durante horas, las historias de un niño pequeño.

Puede que llegue ese día, puede que me canse y decida que ya nada merece la pena. Pero hasta entonces, siento desilusionarte, pues mis sueños siguen guiándome a través de esta ciudad incierta, no sé si con alguna meta o planes para el futuro. De lo que sí estoy seguro, es que cada vez que te miro, me da rabia saber que vendiste todas tus quimeras por creer que la vida no acabaría con un sonrisa. Como muchas veces soñé que sería nuestro final...