sábado, 28 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Cruz

Me he levantado empapado en sudor aunque un momento... aquí dentro estoy más apretado de lo habitual. Tengo miedo de no mirar otra cosa que no sea el techo y en efecto, alguien me acaba de abrazar; es el cuerpo de una mujer. Esta bien, de acuerdo, repasemos por qué tú y yo hemos llegado a esta situación cuando hace tiempo me dijiste que no, que preferías sentar la cabeza, aclarar tus ideas, buscar a alguien con un futuro mejor.

Regresaba de Madrid, de visitar a un amigo, de arreglar el mundo desde la terraza de cualquier bar. Mi móvil sonó, un mensaje, y toda una noche por delante entre risas, algún que otro cubata, y sobre todo, persiguiendo faldas, labios y falsas esperanzas. No pinta mal, nunca lo ha pintado, salvo que esta vez tuve que dar un maldito paso en falso. Empezamos bien, todo tranquilo, algunas risas con un grupo de chicas y nos movemos a otro local. Tuve el presentimiento de que algo iba a pasar, tal vez cuando nos cruzamos por la calle, te saludé, un 'hola, qué tal', nada más, 'cómo va todo', pero en tus ojos notaba un brillo especial. El mismo brillo que tenías cuando tú mundo estaba a punto de estallar.

No me dio tiempo a reaccionar, y otros brazos te obligaron a caminar, una última mirada y la siguiente ronda corre de mi cuenta aunque, un segundo, ¿no pagué yo la anterior? Bueno, qué más da, si por una vez, la próxima la pagas tú y ya está. ‘No creo que este bien lo que has hecho’, y yo le pregunto por qué, ‘ya sabes, creo que esta saliendo con otro aunque no te lo puedo asegurar, deberías de olvidarla, no te conviene, déjala tal y como está’, y caigo en la cuenta de que esta conversación la mantengo con el hielo que se encuentra en el fondo de una copa. Tal vez tengas razón, pero no creo que el resto del bourbon tenga la misma paciencia que tú o que yo. La noche se va deshaciendo como otros tantos hielos de no sé ya muy bien cuántas copas, pero al menos continuo sereno, o eso creo.

Y en este preciso momento, entre aquellas luces, justo en esa barra de bar, nos volvemos a encontrar. Esta vez no quiero nada más, ni una sola copa, por lo que pueda pasar. Te veo discutir, o eso me parece a mí, pero será mejor que me quede donde estoy, ya me lo dijo aquel hielo: ‘mejor no intervenir, lo vuestro acabó y no precisamente con lo mejor para los dos’. Un amigo me aleja de allí y me presenta a unas faldas, de sonrisa tímida, y comenzamos a hablar. ¿Cuánto tiempo paso? No tengo ni idea, pero justo cuando nuestros labios se iban a encontrar, alguien me agarró del brazo disculpándose con un: tenemos que hablar. Salimos del lugar, hacia ninguna parte, únicamente por caminar, comenzaste a hablar sobre tu vida, sobre lo que iba a pasar, yo estaba bastante confuso, no por lo que había pasado, sino por lo pudiera pasar.

La noche era perfecta y en algún momento perdí el hilo de la conversación, no tenía ni idea de a dónde querías llegar pero no parabas de hablar. Espera, espera, vuelve a empezar que nada de lo que me estas contando me resulta familiar. Si alguna vez las miradas pudieran matar, ahora mismo estaría muerto, pero en vez de eso - os juro que aún estoy intentando comprenderlo. - me acerqué a ti y sin más miramientos te comí a besos mientras mis manos se afanaban por recorrer cada centímetro de tu cuerpo.

Y creo que os podéis hacer una idea de cómo acaba este cuento...

miércoles, 25 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Jarrón

Existen tantos lugares a donde nunca he ido, tantos lugares que nunca veré, que nunca recorreré. ¿Alguna vez os perdisteis en un laberinto de cristal? Puedes ver todas las salidas, cada uno de los giros pero no puedes hacer nada sigues andando por interminables pasillos transparentes, tu sentido de la orientación no sirve de mucho cuando te das de morros contra un muro, el cual obviamente, no habías visto.

Y mi historia comienza así, tras un muro de cristal y detrás de ese muro acristalado, unos ojos marrones, deliciosamente marrones, una sonrisa de mujer y un acento que me hechiza. Y al otro lado, yo, únicamente yo y detrás de mí, mis sueños: algunos están bailando, otros sudando en el gimnasio, y algunos se quedan mirando a través del cristal. Al volver, se abren paso hasta llegar a mi altura y me susurran cómo iba vestida, como brillaba su sonrisa, lo bien que le queda el pelo recogido y por qué su mirada me atraviesa cuando paso cerca de ella.

Me tomaré un café con sacarina por favor, la leche templada, que quiero darle vueltas a la vida, a ver que tal me sabe mientras mis ojos continúan saltando desde su nuca hasta sus caderas. No lo tengo muy claro pero adoro esta situación, adoro cruzar su mirada e iniciar una conversación sin palabra alguna, expectante, intentando descifrar qué es lo que está maquinando en ese preciso momento. ¿Lo habéis intentado alguna vez? El tiempo se detiene, ¿verdad? Todo se congela durante escasos segundos, no importa nada, ni la maldita crisis, ni que yo esté en paro y no sepa que hacer con mi vida.

Una persona esta jugando a las máquinas tragaperras con mi cerebro: cereza, cereza, campana... giro de palanca... campana, corazón, cereza... giro de palanca, y por fin, el premio. Me mira... me sonríe, la miro y la sonrío. Pero todavía existen pasillos de cristal que debo sortear... pasillos en los que creo estar cerca pero me alejo paso a paso... otros, en cambio, creo que estar lejos pero me voy acercando poco a poco. Este juego me gusta, hace mucho tiempo que no me gustaba tanto como ahora jugar. La sigo, me sigue, me escondo, se esconde...

Y así me paso las horas muertas, jugando al escondite en un laberinto de cristal, corriendo detrás de aquellos ojos marrones que no me dejan de mirar, de aquel pelo recogido que no me cansaría de acariciar...

viernes, 20 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Flor

Hoy, precisamente hoy, puedes hacer conmigo lo que más desees, no me negaré. Esta vez quiero, necesito, perderme entre tu piel, entre tu pelo, entre tus curvas de mujer. He caminado mucho entre ciudades que ocultan su vida, edificios siniestros, entre personas vivas y muertas, entre aquellas que su rumbo fijo se lo marcan las estrellas. Hablé con almas perdidas, como la mía, intentando encontrar el camino de vuelta. Algunas me llevaron lejos, entre sábanas perversas o llantos interminables; mientras que otras se quedaron jugando mientras nos espiaba la luna.

Descubrí los sinsabores de una vida normal y las locuras que comete la gente cuando ha rebasado el límite de la realidad. Sé que es un imposible, que nunca se cumplirá; pero continuo en mis trece por si alguna vez te apetece estar junto a mí y ver lo que nos depara el destino. Vamos, anímate, únicamente te ofrezco un par de manos vacías, las de un soñador inconformista, las de alguien que jamás encontrará su lugar. Sólo existe una condición: nunca más volverás a mirar hacia atrás; el camino será aburrido, otras veces divertido, y tristes las que menos; pero al menos estarás allí conmigo, contigo; mientras noto como sueñas cuando estamos dormidos.

Voy a buscarte a la salida del trabajo, ahora que tengo tiempo, tengo ganas de darte un susto y notar como me fundes con tu mirar, aún queda mucha tarde por delante, quiero mostrarte lugares que ya conoces, pero esta vez atrévete a míralos de una forma diferente, relájate y disfruta del viaje, ¿lo has notado? Todo ha cambiado, ya nada parece lo mismo y lo que antes eran bloques de cemento gris ahora son un patio de recreo para ti y para mí. Quien llegue el último paga la siguiente copa, pero no vale correr, sólo pararse en cada escaparate y contarnos algo que nos haga sonreír.

Beso, verdad o atrevimiento, ¿te acuerdas? Está bien, está bien, empiezo yo: ¿verdad que aquel tío te ha hecho llorar? Aquel que jugó contigo, aquel que descubrió tu jugada de tía dura, de tía segura; y cuando se cansó de tu piel se despidió sin más, sin un adiós o un te volveré a llamar. Pero no te preocupes que para eso estamos, al menos él jamás sabrá lo divertidos que son tus pases de modelos, solos en tu casa mientras el morbo y las risas nos enseñan que nunca fue tan divertido pecar. Continúo, ¿te atreverías a pasar una sola noche conmigo? Hasta que los pies se nieguen a caminar, hasta que el sol nos diga que ya es hora de dormir, hasta que tu vecina nos mate con la mirada mientras hacemos manitas en el portal.

Y por último... ¿puedo besarte ahora? Sin pensar, sin desear nada más.

miércoles, 18 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Contraportada

Hoy he pasado miedo, más que ninguna otra vez en mi vida. No me ha quedado muy claro el por qué, tal vez ha sido un sentimiento de vacío absoluto, ¿alguna vez has permanecido de pie al borde de un precipicio? El viento parece querer empujarte, ¿verdad? Y cuando sopla furioso instintivamente das un paso hacia atrás, intentando evitar el fatídico destino: una caída corta y una parada en seco.

Pero las puertas del infierno se han abierto para mí, de forma dinámica, emprendedora y con ganas de crecer en nuestra empresa. ¿Hueles el miedo? Soy yo destilándolo puro al ciento por ciento, jugando con las palabras, mintiendo para parecer alguien que no soy, que no quiero ser. Y para colmo, vestido de traje, uno que me queda especialmente mal. Creo que si fuera metido dentro de un saco de patatas daría una imagen más corporativa de la que he llevado hoy.

¿Por qué la gente se empeña tanto en mentir? Algo tendrá de emocionante ver como caemos en sus trampas, en sus diseños, en sus campañas de marketing tan perfectamente elaboradas. No puedo evitar que la bilis me suba por la garganta cuando veo a todas esas personas, obligadas o no, en sus puestos de trabajo aferrándose a unos pobres ideales, a unos esquemas que les impiden cualquier tipo de pensamiento. De sobra sé que no todo el mundo piensa como yo y que muchos, por no decir una gran mayoría, son felices y se sienten completamente realizados dentro su trabajo; puesto que fuera de él no hay nada que les llame la atención. Pero aún así, siempre me he tenido la impresión de estar paseando por un zoo y puedo observar a través de grandes ventanales una vida que me es completamente extraña. Y por favor, no les dé de comer que luego los pobres se mal acostumbran. Algunos te sonríen, otros te miran con indiferencia y los menos con odio, como si el macho territorial quisiera marcar su terreno de caza. Saco mi cámara, capturo el momento y me voy a otra empresa. Esta foto me recordará lo que nunca voy a poder digerir bien.

La función ha terminado, apretones de manos, aplausos variados para el payaso – yo - de la pista central, un par de palmaditas en la espalda y cerramos la función con un: Mañana mismo te llamamos para firmar un precontrato, quiero a gente como tú dentro de nuestra gran empresa. La sonrisa que tengo debe de ser la más falsa del mundo, pero no creo que se esté dando cuenta. Ya da lo mismo, tomé la decisión mucho antes de representar mi papel en esta tragicomedia. Ahora les tocará luchar en mi terreno y según mis condiciones.

Aunque, ¿sabes lo que me gustaría realmente? Salir corriendo, todo lo rápido que pueda, llegar a tu portal, saludar a la anciana del tercero - que no sé por qué pero siempre tiene una sonrisa de oreja a oreja, como si todos los chicos jóvenes que pasan a su lado fueran sus nietos. -, llamar a tu puerta y en cuanto me abras: ponerme de rodillas, agarrarte de la cintura y echarme a llorar. Y cuando tus dedos se paseen por mi pelo, subir por tu cuerpo y dejarme llevar... una noche más.

lunes, 16 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Sello

Voy a quedarme quietecito, mirando al cielo, sentadito en un banco. Repasaré todo lo que hice bien y todo lo que hice mal, dibujaré cientos de figuras con las nubes, y trataré de seguir el camino de las hormigas. Pasito a pasito, miguita a miguita. Todavía resuenan en mis oídos la música machacona de ayer por la noche, me perdía entre un mar de miradas indiferentes, de escotes pronunciados y mini faldas demasiado cortas.

Para mi sorpresa me veo pensando, de nuevo, como si eso fuera una novedad. En todo lo que tengo planeado y en lo poco que encajo aquí, en conversaciones que no son mías con gente que apenas conozco. La música sigue sonando y copa tras copa me zambullo en un estado de felicidad inducida, y pido un zumo de piña. Ya va siendo hora de volver a la realidad. De sorprenderme con lo poco habituado que esta el personal en hablar, en contarnos nuestras historias y nada más. Una conversación viene a mi lado, me sorprende porque más parece un monólogo en ambas direcciones. Ni me importa ni le importa, pero debemos llenar el hueco. Creo que es un imperativo social, aunque no estoy del todo seguro.

Es increíble la facilidad que posee la gente para resumir años de su vida en tres frases precocinadas. Diez minutos en el horno y servir directamente en el plato. Interpretamos nuestro papel, siguiendo las normas y a otra cosa mariposa que aquí no se nos ha perdido absolutamente nada. Y yo me pregunto: si no quieres hablar, ¿por qué te obligas a ello? ¿Acaso voy a juzgarte peor o mejor? Únicamente quiero hablar, saber cómo te ha ido, no te voy a pedir en matrimonio ni mierdas de esas.

No es que yo sea el maestro de la comunicación, por su puesto. Pero creo que entiendo perfectamente cuando es artificial y cuando no, o al menos paso de interpretar un papel que no va conmigo.

Sigo divagando aquí sentadito, con la sombra de los árboles moviéndose al ritmo del viento y al compás de mis sueños. Por hoy ha estado bien, me he reído, he charlado otro rato conmigo mismo y he llegado a la misma conclusión de siempre: los muñecos de acción ya no son lo que eran. Caigo en la cuenta, saco mi móvil y marco tu número. - ¿A las diez en tu casa?, está bien pero te advierto: hoy necesito ser algo perverso.

jueves, 12 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Rueca

Han pasado muchos días desde la última vez. Mi vida ha dado un giro de ciento ochenta grados, del todo a la nada... de la nada al todo. Debería estar preocupado pero no, me siento un poco más libre. Resulta extraño contar con todo el tiempo del mundo cuando antes que me quejaba por no tenerlo.

Es agradable esta nueva sensación de pseudo libertad, hasta que encuentre otro trabajo en el que perder mi tiempo. Antes de que llegue ese momento prometo que perseguiré sueños, todos aquellos que han hecho cola pacientemente. Por favor, pasen, pasen que al fondo hay sitio, siempre lo ha habido... y siempre lo habrá.

Todo parece tan distinto, mantengo algunas viejas costumbres: levantarme temprano, revisar correos, charlar con la gente... pero cuando bajo a la calle todo parece cambiado, como si se tratase de una película. ¿Os habéis dado cuenta? Incluso existe la vida fuera de las oficinas, increíble. La gente va y viene con sus quehaceres, incluso parece que se respira un aire diferente, creo que no todos tendrán tantísimo tiempo libre, pero tengo la sensación de haber vivido una gran mentira. Nosotros creamos la necesidad, nosotros ponemos el remedio. Resulta algo idealista, sí, pero parece que absolutamente nadie se ha dado cuenta, ¿realmente necesitamos abandonar nuestras vidas de esa manera? O tal vez, sí se han dado cuenta pero el miedo lo supera todo, congela músculos, nervios y pensamientos ¿realmente es eso? Simplemente me pregunto, ¿hasta donde llega nuestra ambición?

Cada vez que me sucede, recuerdo de una gran frase de Amado Nervo: Quizá uno de los más temibles pensamientos, el más temible acaso antes de morir, sea éste: ¡he vivido en vano! En ese preciso momento es cuando me acerco a ti y te como a besos, sin ninguna razón, porque esta vez me muero porque suspires, porque me odies, por pasar todo el fin de semana desnudos en tu habitación, porque no me quiero olvidar de todos esos momentos que jamás hemos llegado a vivir.

Suena la alarma de un colegio anunciando el fin de las clases y cientos de gritos inundan el espacio, ves a madres y padres recogiendo a sus hijos, camino de casa. Otro día más, y me parece maravilloso, cierta nostalgia me invade al recordar lo fácil que eran aquellos años, únicamente jugar y aprobar mates para tener un verano de libertad, de infinita libertad. Y ahora, cuando poseo un puñado, los lobos de la realidad acechan sin descanso. Han encontrado un rastro, y la maquinaría se pone a funcionar. Todo para evitar que mis sueños puedan echar a volar. Trabaja, trabaja y trabaja para poder entrar de nuevo en el juego, ¿no se dan cuenta de que no me apetece jugar? Que para mí nada de lo que me cuentan tiene valor, pero insisten hasta que ya no lo soporto más y me alejo corriendo, intentando escapar.

A ver si por una maldita vez, eres tú la única que me puede encontrar.

lunes, 9 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Lápiz

No acabo de encontrarle el sentido, y cuando eso sucede me suelo agobiar, demasiado en esta ocasión. Supongo que esta sensación se desvanecerá por si misma, pero le estoy dando vueltas a la cabeza y no consigo que se marche. Lo mejor de todo es que no tengo ni idea de por qué me he levantado así.

A lo mejor es porque es lunes, a lo mejor porque se me han cruzado los cables, me he levantado con el pie izquierdo o tal vez porque ayer me dijeron que alguien bebió de tu cuerpo. Intentaré no pensar en nada, pero creo que me es imposible, es mi defecto. Del mismo modo que imagino, del mismo modo que sueño... tengo que pensar, en cada una de las consecuencias, en cada uno de los caminos, en cada una de las respuestas. Para luego tirar por la calle del medio, ver para creer señores, el espectáculo más bizarro justo al otro lado de la calle.

El único ser que es capaz de pensar todas - o casi todas - las implicaciones y luego, incapaz de mover un dedo. Bueno, al menos siempre intento sonreír, que no es poco. ¿Alguna vez has notado que el suelo desaparece bajo tus pies? El vacío toma el control, ¿verdad? Aunque una milésima de segundo después tu pie se pose en el suelo, has notado que lo perdías todo, y entonces te das cuenta de lo tremendamente tonto que has sido al creer que ibas a darte de bruces contra el suelo.

Creo que ahora me encuentro en la primera fase, cuando notas que todo lo que te rodea es un tremendo agujero y te enfrentas a la inevitable caída. Maldita imaginación, con gusto la cambiaba para ser un palurdo más, un magnífico autómata último modelo, sin ninguna preocupación extra, únicamente las de serie, oferta tentadora que no puede dejar pasar. Me gustaría esconder mi corazón debajo de las piedras, para así no tener que compartir contigo el mismo sol ni la misma luna. Para que puedas pegarle patadas cuando estés frustrada o mejor aún, tirarlo al contenedor de reciclaje. A lo mejor puedan convertirlo en un objeto de utilidad: un pisapapeles, por poner un ejemplo, ¿a quién le importa? Elige uno realmente ridículo, que me lo llevo puesto.

Esta es la sin razón por la que no puedo parar de soñar, resulta bastante extraño que sea el inicio y el fin de casi todos mis problemas. Como engancharte a una droga, inconscientemente piensas que a ti no puede afectarte. Más tarde, cuando el daño es irremediable y tu voluntad ha cedido, te es imposible dejarlo. Curioso, ¿no? Pero tal vez, el combustible para esta pesadilla diaria sean mis ganas de volver a perderme, de desaparecer, de olvidarme de todo y de todos, de ocultarme debajo de tu falda a esperar la puesta de sol, de que todo vuelva a empezar.

Me gustaría apartarme del camino, pero no puedo... o mejor dicho, no quiero, es más, y me gustaría que me guardases el secreto: Estoy decidido a ver qué se esconde al final.

jueves, 5 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Cero

Mejor no decir nada, mejor callarse la boca y seguir adelante. Agachar las orejas, cerrar los ojos y que sea lo que dios quiera, ¿no? Así está bien, no te preocupes, como diría mi abuelo: Cada mochuelo a su olivo. Sin explicaciones, sin más. No creo que las merezcas, como tampoco creo que las soportes.

No sé como acabará todo, pero es algo que tampoco me preocupa. Hace algunos años me hubiera molestado, te hubiera llamado. Pero ahora, paso. Demasiadas veces te he pedido que me demostrases que tenías sentimientos, de cualquier tipo, pero tú has preferido seguir buscando a tu perfecto Ken en cada discoteca, en cada traje, en cada deportivo.

Tú ganas, me retiro. Seguiré soñando, es lo único que se me da bien. A veces soñaré que lo tengo todo, a veces que no tengo nada e incluso que sueño contigo. No voy a seguir jugando a las escondidas, para eso tengo a mi sobrino. Seguiré buscando mi felicidad detrás de la barra de un bar, o en el fondo de una cerveza, o en aquellas faldas que no paran de bailar. Buscaré en los lugares que tú tanto desprecias, y donde yo tanto me divierto. Seguiré preguntándome por qué la gente malgasta su tiempo, y por qué derrocho el mío. Por qué estoy serio cuando todo el mundo ríe, y por qué río cuando debería llorar. Por qué nadie me llama para quedar, y por qué llamo a todo el mundo cuando le viene mal.

Me perderé por Madrid, en todos aquellos lugares a los que siempre desee ir. No cruzaré una mirada con nadie, y nadie la cruzará para mí. Supongo que estar solo te dará tiempo para pensar, ¿no? Pero ya esta bien de tanta palabrería, mi cámara esta lista y por una vez, no voy a salir cazar, por una maldita vez sí que voy a salir a soñar. A buscar una maldita historia que merezca la pena contar.

Porque esta vez, me lo he propuesto... voy a conseguir que nieve en el mismísimo infierno.

martes, 3 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Mar

Bien, esta entrada es un poco especial. No se trata de ningún relato corto, ninguna prosa pseudo-poética, ni nada que se le parezca.

Hasta hace unos días, una autora - venga, voy a dar unas pistas: empieza por P y termina por enélope. - nos sorprendía, al menos a mí, con sus escritos y su forma peculiar de ver la vida. Pues bien, ha cerrado su blog. - el quinto en su lista, según comenta. -

A ella no le gustan las despedidas, pero ver como se esfuma la gente sin poder decir un 'Hasta luego', un 'Nos vemos' o directamente 'Hasta siempre' tampoco me agrada demasiado. Supongo que cuando lea esta entrada - o no -, se extrañará, se enfadará o me pondrá a parir. Me da absolutamente lo mismo. Aunque tampoco entiendo por qué un estúpido sentimiento de vacío me impulsa a escribir esto... sospecho, que en el fondo, a mí tampoco me gustan las despedidas.

Lo dicho, te echare(mos) de menos hasta que decidas volver.

Un beso.

PS: Qué extraño es este mundo de los blogs, añado. Al final, y aún a riesgo de parecer el tío más lerdo del mundo, te terminas enganchando a los textos de gente con la que ni siquiera vas a cruzar una simple mirada. Parecen tan distantes… pero tan cercanos al mismo tiempo, que me resulta realmente inquietante.

lunes, 2 de junio de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Paseo (II)

Atención: Relato Corto.

Se recomienda la lectura de la entrega anterior:

La Tinta, el Tintero y... El Paseo (I)



- ¡Dios mío¡ - gritas conteniendo el aliento. Toda una habitación repleta con todo aquello que siempre deseaste y nunca pudiste comprar. Televisores de plasma, sonido digital, ropa de primeras marcas, escrituras de casas lujosas, coches, motos, y más aún. Todo, allí estaba todo, al alcance de tu mano. Incluso esta ese libro de la colección que jamás pudiste terminar porque la retiraron del mercado. - ¿Y si cojo algo alguien lo notara? - piensas mientras alargas la mano. Miras a tu alrededor en busca del viejo. No está, es tu oportunidad.

Justo antes de alcanzarlo, unas manos blanquecinas, huesudas, con las uñas completamente amarillentas se cierran sobre tu muñeca. Intentas alejarte, pero te agarran con fuerza. - Es mío. - contesta una voz gutural. Mientras intentas escaparte, lo ves aparecer. Es un cuerpo lánguido, de extremidades deformes, se levanta, no te mira. Parece que esta observando, y cuando por fin se gira, gritas, gritas con todas tus fuerzas. Su cara esta completamente seca, sus ojos negros y sin párpados te atraviesan, y por la frente le cae el poco pelo que todavía no ha perdido. - Es mío. - repite de nuevo. Pero tú no lo oyes, sólo quieres escapar de allí. En un arrebato de furia, buscas a tientas cualquier objeto y golpeas con fuerza.

Te libera, y huyes precipitadamente. Dejando atrás todos esos objetos con los que siempre soñaste. Cuando llegas al otro extremo, aparece con el viejo esperando al otro lado de la puerta.

- Le advertí que no molestara a los inquilinos. - Te dice, - !Pero que coño era eso! - le gritas mientras intentas recuperar el aliento.

- Uno de los inquilinos. - te responde con sequedad. - ¿Continuamos la visita? - Al salir, el viejo cierra con llave la habitación.

Ahora os encontráis en el piso inferior. Pero tú ya no te fías de nada, agudizas el oído al máximo. - Dios santo, en donde me he metido. - Pero no puedes dejar de seguirle. Algo te atrae y te repugna, ‘¿que clase de gente vive aquí? ¿Y por qué nadie ha hecho nada al respecto? Joder, en esta casa hay cantidad de personas y nunca las he visto salir ni entrar’. Avanzáis por un pasillo estrecho, perfectamente decorado. Todo está en su sitio, como en una revista. Te fijas un poco más en la decoración. Te sorprende que con objetos de tantísimo valor nadie haya robado nunca nada. Aunque bueno, con esa cosa del piso de arriba ningún ladrón entraría aquí, pero esto tiene que valer una fortuna.

Cuando el viejo abre una de las puertas, un olor a comida invade el pasillo. - Por favor, sígame. - Entráis en un comedor como nunca antes habías visto. Y esta lleno de gente. Calculas por lo menos mil comensales, tal vez más. Pero todos son inmensamente obesos, deformados, algunos de ellos no pueden ni abrir los ojos. Las sillas crujen al menor movimiento. Escuchas, están comiendo, masticando, tragando, bebiendo, y vuelta a empezar. El sonido te agobia, pero el viejo no parece inmutarse.

Al pasar al lado de uno de los 'invitados' se cae un muslo de pollo, o algo parecido. Y un llanto ahoga el resto de sonidos, pero no es un llanto normal, se parece más bien un gemido. Joder, te apartas todo lo que puedes. Ni siquiera puede llorar. El viejo se acerca, le alcanza el muslo y lo devora, aunque más bien el término correcto es: lo engulle. Ahora reparas en la comida. Todo tiene una pinta estupenda. Ves platos de todo tipo, desde los más sutiles hasta la comida que preparaba tu madre. Tu estómago ruge con fuerza, pero el sentimiento de asco, no, no es asco, de pena supera a todo lo demás. Aunque, ¿y si me comiera un pedacito de esa tortilla de patatas? Se parece tanto a las que prepara mi madre. Al acercarte, varios se quedan quietos y olisquean. No te pueden ver, sus ojos están tapados por varias capas de grasa, y retrocedes.

- ¿Cuantas veces le tengo que decir que no moleste a los invitados? - tu corazón esta a punto de estallar, creo que es hora de salir de aquí, - Por favor, quiero marcharme ya. - aunque tu tono no suena demasiado convincente.

- Como desee, le acompaño a la salida. - No esperas a que termine de abrir la puerta, sales disparado, abres la puerta del jardín y el mundo recupera su color. Jadeas, casi no puedes respirar, y el sudor empapa todo tu cuerpo. Miras hacia atrás y el viejo ha desparecido. Únicamente la puerta cerrada y ese maldito porche que parece que se vaya a caer a pedazos.

Avanzas un poco por la calle, y una mano te toca el hombro. Te revuelves como un gato panza arriba. - Eh, tranquilo, soy yo. Joder, tienes mala cara. ¿Te ocurre algo? - es un amigo tuyo.

- ¿Has entrado alguna vez en esa casa? -
- Nunca, que yo sepa siempre ha estado abandonada. -
- Imposible, acabo de estar allí. Hay gente viviendo... bueno, viviendo. Nunca te lo creerías. -
- ¿Gente? ¿Allí? Pero si esa casa no ha tenido un habitante desde mmm, déjame pensar. El siglo XIX, o por ahí. No irás a creerte todos esos cuentos de fantasmas, Satanás y esas chorradas, ¿verdad? -
- No, claro que no... Solo que... en fin, déjalo. Creo que me he asustado un poco, nada más. - Le mientes, no tiene sentido discutir.

Os alejáis pausadamente, no hay prisa y tu amigo te cuenta las últimas novedades del barrio. Miras por última vez, de reojo. Y ves al viejo en una de las ventanas sonriéndote. En tu cabeza resuenan sus palabras.

- Cuando se haya decidido... le estaré esperando. -

====
Fin
====