miércoles, 26 de noviembre de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Alfanje

Sigo vivo, aún a pesar de sus expectativas... sigo respirando. Como puedo, sigo esquivando las cuerdas lanzadas por los maestro titiriteros. Algunas veces resulta más fácil, algunas que otras tropiezo y las que menos me dejo caer. Ya sea en tus brazos o de cabeza en un agujero, lo importante es no estarse quieto. Esta vez me ha tocado bailar solo, ni mal acompañado ni con la más fea. Atragantándome en cada paso con los desplantes y los discursos acicalados de todos aquellos que me intentan vender la moto. Esto se ha convertido en una competición. Por la calle número dos: todos aquellos infelices que vendieron sus sueños. Por la calle número tres: los que fueron capaces de vender su humanidad - y las del resto - por una bonita corbata y un pelo engominado. En la calle central: yo y mi absoluta certeza de que esta vez sí me quedaré por el camino.

Ya no tengo fuerzas, por más que echo sueños a la caldera esta máquina no da más de si. Seguiré con mi ritmo y que Dios - o quien quiera - reparta suerte. La sensación no es de velocidad vertiginosa, de formas y colores difuminados. Todo lo contrario, con movimientos torpes intento reaccionar, de manera grotesca me mantengo despierto, expectante para poder esquivar un golpe que seguro recibiré. En algún momento, la carrera ha comenzado. Lo sé porque a mi alrededor todo el mundo grita fascinado, alentando a todos esos que sin remordimiento aplastarán sus vidas a la primera ocasión. Veo, como era de esperar, a unos y otros ayudándose a ganar, en cambio, yo ni siquiera he dado un paso. Ni me importa ni quiero recorrer ese camino. Ha llegado un momento que poco me afectan ya sus embestidas. Con la misma cara que puse al comenzar, doy media vuelta y busco alguna razón de más para usarla como en el tren de los hermanos Marx.

Porque señores, no nos engañemos, esto es la guerra. Así, sin más.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Yugular

Como todo buen animal acorralado he dejado a un lado todo lo superfluo y me dedico a sobrevivir lo mejor que puedo. Gracias a un horario de trabajo - de esos en pos del progreso empresarial - de 14 horas - y media - veo el mundo con otros ojos, más raros de lo habitual. Aunque parezca mentira - y eso que únicamente son dos semanas -. Con lo cual dejaré de lado un poco la prosa rara con la que suelo escribir. Escribiré y punto.

Sin ir más lejos, ayer tuve que reprimir dos deseos, justo cuando el anormal de mi gerente - o comercial o como hostias se quiera autodenominar - me hizo entrega de un maravillo ladrillo electrónico de esos que pesan un quintal. Con un - Qué tal, cómo lo llevas. - que me revuelven las tripas, sólo porque no han tenido las narices de pagar un curso con su material y todo. Me imagino dándo clases en la autoescuela conduciendo mi propio coche. El primero de los deseos que mastiqué a conciencia y trague despacito fue el de estamparle la cara con lo primero que tuviera a mano. Aunque creo que su capa de grasa hubiera amortiguado el golpe. El segundo fue el de vomitar. En su - puta - cara a ser posible. Se me están hinchando los mismismos porque me acaban de meter de lleno en un puñetero juego que odio a muerte. Sus "por y para el futuro laboral" se los metía yo de canto - y a hostia limpia -. No sé si pasar luego varios años compartiendo celda con el "makinavaja" de turno lo compensaría. Un rato después de quitarme la máscara de "mira que contento estoy porque gracias a mi sobreexplotación estoy pagando a tu putita de dieciocho años y 700 pavos la mamada - mientras tu mujer se folla al vecino de 2º A -", me acerco al servicio e intento despejarme lo mejor que puedo. A ver si por un casual todo este odio se va cañería abajo.

Va a ser que no, sólo me queda una esperanza: ese puntito de luz que al que persigo como un auténtico anormal. Ese puntito con el que sueño todos los días, ese al que le sobresale ligeramente el tanga del vaquero y que por casualidades de la vida juega conmigo como si fuéramos dos completos desconocidos. Me gustan las reglas. Como también me gustaría quitarme las ganas con sus caderas. De momento, nos quedamos como estamos porque mi siguiente paso va a ser cagarme en el colega que inventó la llave Forküsen para apretar los tornillos Guibur del módulo Histoffen. Mientras realizamos una huída en toda regla de lo que fue mi hogar - dulce hogar - durante unos cuantos largos años, no podía ser de otra manera. No hay tiempo para una retirada organizada, no quiero tenerlo. Bien mirado, con la trampa casi preparada y al terminarla, veremos cuanto tiempo pasa para que te vea durmiendo a mi lado... pero esta vez será en mi propia casa - en alquiler, eso sí -. Lo que todavía no me queda demasiado claro es si esta pequeña intringa se maquina bajo mis condiciones... o las tuyas.

domingo, 16 de noviembre de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Vacío

¡Alto todo el mundo! He dicho que os estéis quietos antes de que me cabree de verdad. Gracias, menuda tranquilidad, ni tan si quiera un vaso de agua me puedo tomar sin que el resto del mundo quiera agarrar más de lo que realmente es capaz de abarcar. No es extraño que cada día me cueste más despertar, al oír ese maldito despertador te juro que si dependiera de mí... voy a tranquilizarme un poco, aún viendo como el tiempo se agota.

¿Alguna ves os habéis parado a pensar(lo)? Somos los mayores hipócritas del reino. Nos encanta jugar a las escondidas, cómo si no hubiéramos podido soportar todo esto y buscáramos refugio en el primer agujero al alcance de nuestra mano. Toda la maldita basura que se acumula a los pies de nuestro hogar - dulce hogar -. Si tuviéramos un minuto para pensar, sinceramente pienso que la mitad de nosotros se lanzaría al vacío y la otra mitad nos daría ese empujoncito final. Buscando siempre una excusa, otra mentira con la que poder sacar fuerzas y no parar de caminar. A ninguna parte en particular, tal vez con la fría esperanza de que la siguiente recámara del tambor permanezca vacía al menos veinticuatro horas más. Yo simplemente prefiero pensar de qué color tendrás hoy la ropa interior. No es nada personal, sólo es una pequeña obsesión.

Tal vez sea hora de cambiar, de intentar mirar más allá o simplemente darnos un minuto para reflexionar - sobre si seremos los que saltemos o los que empujemos... o miremos sin más -. La situación no ha mejorado mucho ¿cierto? Las perspectivas se mantienen firmes al igual que nuestros sueños. Únicamente cambian de estación para continuar el viaje, sin servicio de catering ni hilo musical - por supuesto, olvídate de una buena película para pasar el rato -. Aunque ahora mi visión ha sufrido ciertos cambios, por fin... con la esperanza de sobrevolar el páramo. Inicio mi propio viaje, en breve y - espero - sin demasiados problemas. Conozco los sacrificios que debo realizar pero las recompensas los ganan con creces. Miro el camino que me llevará a la gloria o a la ruina y esta vez - por primera vez - no me da miedo, ni rabia, nada. Simplemente está ahí, esperando a que den el pistoletazo de salida y me despierte sin tu calor, sin tener que recoger tu ropa esparcida por toda la habitación. Sueño con encontrarte durmiendo en el sofá de mi salón. No es un sueño extraño, ni siquiera trato de pensar demasiado en eso. En estos momentos, por más que me pese estoy obligado a olvidarme un rato de jugar al ratón y al gato.

Cada vez que me lo recuerdan no sabes las ganas de apretar el gatillo que me entran. Gracias a todos esos bastardos que juegan con tu tiempo, con sus formas acicaladas, con sus píldoras doradas, con sus palabras de sacrificio por el bien común. Ellos que no han conocido ni conocerán la mitad de los sabores de esta maldita ciudad. Con sus trajes bien planchados y sus ojeras bien disimuladas gracias a lo último en cosmética. Esos... que prefieren vender su alma por un porcentaje de los beneficios, esos mismos beneficios que dilapidan en la cocaína necesaria para mantenerse en la cumbre. Si realmente supieran cómo sería capaz de manejar sus vidas... de cómo las sacrificaría en pos de mi propia satisfacción personal... no me miarían de forma tan condescendiente. Como quien mira a un chiquillo al cual la lección de hoy le viene demasiado grande. Dios, no sabes cuanto lo odio... pero bueno, basta de cháchara. Esta píldora la voy a tener que tragar, dorada o sin dorar, con agua o sin ella. Cuando antes me haga a la idea, antes podré pasar página.

Y ten por seguro que cuando esto acabe... cuando pueda volver a tener algo de tiempo, me quedaré analizando la mejor jugada, la mejor táctica. Esta vez será una auténtica sorpresa. Por que ahora lo he comprendido todo... no soy el cazador, ni tan siquiera la presa... pero he de moverme lo mejor que pueda por este siniestro campo de batalla.

martes, 11 de noviembre de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Lluvia

Simplemente ya no está. Le llegó su hora o se le adelantó el reloj, lo mismo da. No habrá recuerdos para él. Únicamente un triste papel en las puertas de algunos portales anunciando el día de su muerte. Tampoco necesitaba más - o eso creo -. Los que habéis vivido en mi barrio supongo que le conocíais, aunque sea de vista. De entre todos los putos pirados de los alrededores siempre ha sido uno de los más "amables".

Con amabilidad me refiero a que al menos te respondía cuando le saludabas, sin saber siquiera quién eras o qué leches querías de él. Al menos no te intentaba partir la cara, vender droga, soplarte en la oreja o preguntarte la hora llevando encima unas dos docenas de relojes. Su barba característica, su perro fiel y su gorro de lana le definían perfectamente. Le conocíamos por 'Guillermo'. Siempre le veías o paseando o hablando solo o ambas cosas a la vez. Que yo recuerde, únicamente se estaba quieto en los bares. En ninguno de ellos le negaron la entrada y en todos le esperaba una jarra helada de agua, a veces un café que jamás le cobraron. A parte, en todos los bares ayudaba a los camareros a limpiar las mesas, nadie le decía ni mu. Los que lo hacían recibían como respuesta un batiburrillo de palabras inconexas y una risa como ribete de oro. En el fondo sería una buena persona, o al menos lo fue... a quien le importa ya.

No conozco nada de su historia, siempre hubo rumores sobre su locura. Algunos decían que siempre había sido así, otros que tuvo problemas con algún tipo de fármaco - legales o ilegales, poco importa -, los más sórdidos que tuvo un accidente de algún tipo que le dejó como las maracas de machín. De vez en cuando, al cruzarme con él le saludaba y él me respondía con un: Hola, majo o algo por el estilo. Ni siquiera me conocía, ni como me llamaba. Simplemente estaba ahí, te saludaba y continuaba con su charla interna, fuera la que fuese. No es que considerase sus conversaciones demasiado cortas, tal vez las nuestras son demasiado largas. Tan vacías que un simple saludo y voy a donde me sale de los cojones nos parece desagradable.

Poco más he de contar, hará un par de días o tres me dijeron que había muerto, que la última vez que lo vieron fue en un parque hablando solo y con su perro fiel. Menuda novedad ¿eh? Tampoco estoy muy seguro de por qué le dedico unas palabras, tal vez porque en el fondo si tengo que echar de menos a alguno de los putos pirados del barrio, el tendría todas las papeletas. Que cojones, las tiene o las tenía. Poco importa ya...

jueves, 6 de noviembre de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Ojo

Un trago largo de café. De esos de máquina, demasiado aguados, demasiada cafeína, demasiadas fantasías diluidas que te ayudan a mantenerte sereno. Creo que hoy llevo cuatro, o cinco, hasta arriba de sustancias que acaban en '-ina'. No quiero dormir, hoy no, pero mi cuerpo se niega. Por mucho que me esfuerzo, que intento creer, no puedo. Salir a que me de el aire fresco, tal vez eso me ayude.

Supongo que con el tiempo uno se cansa de perseguir sueños y sombras. De intercambiar caricias frías y discusiones calientes. Lo mejor será dejar de navegar entre nubes, de asaltar castillos imaginarios... lo mejor será transformarse en uno más. Pagar mis impuestos, comparar precios, no tener tiempo. Evitar despertarme en brazos ajenos, beber demasiado y reírme de la forma grotesca reflejada en el espejo. Que mis manos ya no se pierdan por tu espalda, ni que mis cosquillas se conviertan en caricias. Ni planchar tu ropa interior un día de lluvia mientras únicamente vistes una camiseta.

No me apetece descolgar el teléfono para escuchar la voz de mi madre preguntando si esta vez me lo he comido todo. Ni tampoco quedarme dormido mientras espero ese estúpido mensaje. Algunas veces, me gustaría que todas esas luces dejaran de girar. Esa canción que tanto me gusta, hoy voy a escucharla sin parar. Sin fuerzas para terminar todos esos libros que nunca han poblado mis estanterías. Paso de que mi conciencia me ponga zancadillas, ahora voy a ir yo directo a la espinilla. Veamos qué tal le sienta. Porque después de dos cerveza, no voy a dejar que me dejes tu impronta con la lengua, y si vuelves a hacer eso. Mira paso, no me voy a controlar. Pase lo que pase... me iré a la cama caliente.

Pse, no es tan malo como tú te crees. Ahora después de unos cuantos cafés, de esos con demasiada cafeína, demasiadas risas... demasiado aguados. Puede que porque me guste cambiar. La llamada que esperabas, pues no lo sé, comprueba si estoy en la ciudad. Si no lo estoy, pues mala suerte. Aunque lo más seguro que te esté esperando en aquella barra de bar. Sin ganas de hablar, veo que se agota el tiempo, mirando como un lelo hacia ningún lugar. Mientras otros me pinchan, me estafan o simplemente les entran ganas de jugar. Creo que la imaginación se ha caído en algún lado, no recuerdo bien; en estos momentos la he dado un poco de lado. Me han comentando que lo único que debo hacer es sudar un poco, llorar un rato y sangrar lo justo, no son argumentos que vayan conmigo pero si por una vez funcionan, ¡que diablos! Ya esta bien de buscar siempre en los bolsillos de pantalones que no son míos.

Lo más probable es que acabe como siempre, caminando por alguna calle sin detenme a pensar en lo que sucede. Con el único deseo de no quedarme dormido, no esta vez. Si me quedo dormido volverán a acosarme todos esos sueños, todas esas fantasías. Quiero que de una vez se terminen, que me dejen en paz. Escuchar por fin el ruido de esta gran ciudad. Observar por un instante como se ve la realidad. Con esos prejuicios que tanto nos gusta admirar. Porque esta vez no me quiero dormir, no quiero soñar, pues de sobra me es conocido que es en mis sueño en el único lugar donde te puedo encontrar.

domingo, 2 de noviembre de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Renglón

¿Te acuerdas de cuando tenías todo el tiempo del mundo? Te pertenecía única y exclusivamente a ti, a nadie más. Nunca rendías cuentas. Lo administrabas a voluntad, sin pensar en el ayer o el mañana. Simplemente estabas ahí, ni más ni menos. El mundo se moldeaba a tus deseos, a tus caprichos. Todos hemos pasado por esa época. Todos sonreímos de manera paternal - y estúpida - al ver que incluso ahora no cambiamos. Por mucho que nos obliguen, por mucho que nos empujen.

¿Te acuerdas cuando la nostalgia era pura ficción? Cuando los días de lluvia no impedían absolutamente nada. Cuando los cambios de estación únicamente suponían un cambio de ropa. Un lavado de cara. Una sonrisa nueva, sin necesidad de guardar ningún rencor entre bolas de alcanfor. Ni siquiera los charcos te recordaban aquellos momentos en los que no supiste decir que no.

¿Te acuerdas de todas aquellas fotografías? Que nunca nos hicimos. Con esas medias sonrisas, esos juegos extraños que nunca terminaron bien. Recuerdos poblados de: ¿Y si...?, no se cumplieron. De tardes, de miradas perdidas, de manos entrelazadas y de calles que no llegan a ninguna parte. Todos esos momentos de los que no tendremos recuerdo.

¿Te acuerdas de que el cielo siempre podía esperar? O el infierno, daba igual. No tenías prisa por llegar. Ni siquiera cuando toda la maldita gente te intentaba convencer de lo contrario. La última y nos vamos, y que digan lo que quieran. Si voy midiendo las calles, o me quedo frito en el hombro de cualquier desconocido. No será la primera ni la última que me echen a patadas de este asqueroso bar.

¿Te acuerdas cuando los sentimientos los podías coleccionar? Sin exigir nada a cambio. Simplemente eran para ti y de nadie más. Las explicaciones no existían, nadie te las pedía. Llorabas si te daba la gana o reías por cualquier tontería. Un saco lleno para dar y tomar. Cuando te cruzabas conmigo, únicamente me pedías los que yo no tenía, aquellos que no te podía ofrecer. Tú en cambio me lanzabas todos los que no querías. Todos esos que reposan en el fondo del cenicero. Los que se han consumido sin que nadie los haya probado.

¿Te acuerdas? Sinceramente, espero que sí... porque a mí, la verdad, no me quedan recuerdos de este lugar.