viernes, 3 de enero de 2014

La Tinta, el Tintero y... El Ancla

Regresar por aquí. Lo he estado pensando estas últimas semanas, incluso con la típica entrada de felicitación de fiestas y fin de año. No he podido, digamos que ni tenía ganas ni fuerzas para sentarme y escribir lo más mínimo.

Con el paso del tiempo, mi nivel de ensoñación ha bajado hasta tocar la realidad. ¿Qué quiero decir con esto? Confieso que me dejé llevar por la “normalidad”, agarré la mano de la monotonía y caminé por el calendario como uno más. Sin aventuras que rondaran mi cabeza, sin imaginar con cada paso historias que sólo yo creía, sin perseguir absolutamente nada que no fuera el despertador por la mañana. La experiencia ha sido difícil por no saber adaptarme a unos rituales anodinos y desesperadamente aburridos. Sin embargo, al final lo logré y aparqué casi todo lo que se supone está fuera del Mundo Real©. Y digo casi todo porque hay cosas que nunca cambian.

La parte positiva es que he probado una buena cucharada de una forma de vida que no me interesa lo más mínimo. Esas conversaciones que sólo saben hablar de trabajo y de programas (que no veo) de televisión me resultan extrañas, tanto que ni si quiera sé lo que decir. ¿Acaso eso es lo que se espera de cada uno de nosotros? No tengo ni la más remota idea. Si es así, me quedo con mis libros, mis juegos, mis cuadernos... Mis tonterías, al fin y al cabo.

La parte negativa, ahora toca remontar el vuelo. Reorganizar filas y evitar (en el sentido más literal de la palabra) a todo y a todos aquellos que, con una mueca de indolente condescendencia, me observan como si fuera un bicho raro. Y quiero que conste en acta que lo he intentado pero la inercia de los días es demasiado fuerte para algunos o puede que no les interese lo más mínimo. Da igual, me da igual.

Con todo esto no quiero decir que se produzca un cambio radical como de la noche al día y me empeñe en nadar contra corriente. No, nada de eso, ahora lo veo todo un poquito más claro aunque siga igual de confuso, igual de perdido.

“No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar.”
(George Bernard Shaw)