lunes, 28 de noviembre de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Atalaya

Si os contase que cada día que pasa me cuesta más escuchar a mi corazón, ¿os lo creeríais? Si os dijese que me he perdido en una lúgubre mansión construida sobre los cimientos de mi imaginación, ¿os convenceríais?

Husmeo de habitación en habitación. Buscando misterios y maldiciones que la realidad dejó tras de si en su huida hacia ninguna parte. Me asomo por los ventanales, observo y un ejercito de árboles aguarda en silencio evitando que los gritos de desesperación se alejen más allá de la puerta de entrada.

Hace tiempo que tengo miedo de mirar hacia atrás y convertirte en una estatua de sal. O peor, pues me perdí en un mundo que nadie comprendía, con el objetivo de luchar contra fantasmas que sólo yo veía.

Soy a la vez prisionero y carcelero en esta tétrica cárcel de papel.

domingo, 13 de noviembre de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Estatua

Ráfagas de viento esparcen sonetos, panfletos, hojas de una obra de teatro. Miradas, susurros y lecciones nunca aprendidas. El Otoño lo pinta todo de ocres, de anaranjados marrones, de días en los que salir de casa, de quitarte la manta, suponen toda una aventura.

Como todo buen hijo de vecino tengo una vida entre bambalinas. Una vida detrás de estas letras, de estos extraños poemas. Resulta, que intento no ver la vida demasiado gris. Ni con demasiados colores, el exceso de confianza mata tan rápido las esperanzas como una bala.

Durante ocho horas y media intento sobrevivir lo mejor que puedo. Lo mejor que me dejan. Pienso que es por mi carácter inconformista, porque no me conformo con una respuesta simple a mis preguntas, ni a mis dudas. A mi forma de ver la vida.

De cuando en cuando, intento encajar las piezas. Me quedo en el intento porque los rompecabezas nunca se me dieron bien. Me inclino por pensar que si bien en ocasiones no quiero encajar porque no comprendo las reglas del juego, en otras tantas no entro a jugar porque sencillamente ni sabía que estaba jugando.

La fuerza que me impulsa a continuar es de una simpleza aterradora. Quiero ver que hay más allá. Saber si podré soportar un día más, una tarde fría delante del ordenador escribiendo, o si por el contrario sucumbiré ante los cánticos de sirena que te arrastran a una vida apacible, sin necesidad de buscar soluciones a problemas que jamás te encontrarás.

Singular forma de pensar. Con tantos proyectos en la cabeza a medio comenzar, medio terminar o medio moldear. Deseando leer mil y un libros, escribir cientos de historias. Hablar y quedarme en silencio porque no encuentro una conversación con la que charlar. Mirar a los ojos de las personas y adivinar sus sueños, sus pensamientos. Sonreír cuando tengo ganas de llorar y repartir lágrimas entre las sombras de mi soledad.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Cabestrante

Resulta que el mundo se está yendo al cuerno. Que bien, ¿no? Los unos por llenarse los bolsillos y los otros por que quieren hacer lo mismo.

Mientras el mundo se afana por avivar esta extraña lucha de clases, de capital, de aferrarse al poder, de hacerse escuchar, yo me conformo con que me dejen en paz. Pero resulta que ahora, incluso con estas, a uno le cuesta no luchar por soñar. Bombardeado a conciencia por ambas partes, lo único sensato que se me ocurre es mirar la lluvia resbalar por el cristal mientras estás a mi lado.

Cierro los ojos, disfrutando de ese ligero escalofrío que te recorre el cuerpo, los abro y el sueño se ha terminado. No hay cristal ni lluvia ni nadie que esté a mi lado. Abro el libro por donde lo había dejado y continúo leyendo. Tejiendo historias que se irán directas a un papel en blanco, gritando por tener más tiempo, por tener más ganas, por ponerle más empeño.

Con el frío, miro el mundo desde el otro lado. Con el sonido de fondo de mis dedos sobre un teclado o del plumín danzando sobre un cuaderno arrugado.