miércoles, 19 de junio de 2013

La Tinta, el Tintero y... la Bruma

¡Que se me escapa el mes! Y venga a correr otra vez. Si es que no aprendo. Pero, en fin, poco se puede hacer salvo mirar el calendario y despedirse de los días que se fueron.

Al menos me quedo con la satisfacción de haber arrancado un par de proyectos. El primero se está publicando poco a poco en Fire Angel, un Juego de Rol creado por Gonzalo de Ramón y Hugo Gutiérrez. Se trata de un relato de aventuras basado en un mundo alternativo con algunos tintes cyberpunk y steampunk. Si os gusta la temática y/o los juegos de rol no dudéis en visitar su página y apoyar su proyecto. Aunque sea con algo tan simple como un link, un comentario o lo que se os ocurra.

El segundo, ya terminado, es otro relato, esta vez basado en la mitología, que he presentado en un “mini-concurso” llamado Challenge Mitológico. Organizado por Melisa, una magnífica escritora que acaba de publicar su primera novela: Rasguños en la Puerta, y apoyado por un pequeño pero vivaz grupo de escritores. Si me decido y una vez admitido en el concurso, puede que lo publique aquí.

Tanto que me quejaba sobre mis musas y mis ganas de escribir y resulta que con un poco de concentración y un poquito de apoyo, al final casi sin darme cuenta le he perdido el miedo a esas hojas en blanco que te miran de reojo (las muy cabronas).

Fuera de estas cuatro esquinas, la guerra se ha desatado. No hace falta que os mienta. Creo que cada uno se ha dado cuenta por sí mismo. La tensión está tan cargada que el ambiente echa chispas. En los trabajos o fuera de ellos, la gente respira y casi diría que masca una mala leche que oculta a duras penas una gigantesca frustración contenida. Nuestros amos y señores han decidido quitarse la máscara para mostrar al mundo su verdadero rostro. Endulzando las palabras, suavizando sus acciones o, directamente, parapetándose tras leyes creadas a su imagen y semejanza, logran poco a poco su objetivo. Total, prisa no tienen y a nosotros nos importa un bledo.

Si no hablo en demasía sobre el tema es porque ya se han escrito cientos (si no miles) de reflexiones y análisis y en especial, porque soy uno de los millones de rostros anónimos que desde su trinchera particular aguanta lo mejor puede una salva de artillería tras otra.

Al final, como buen soldado melodramático tan sólo me resta mi propio orgullo para no morir de rodillas y aguantar estoicamente el momento en el que sea sacrificado en el altar de un extraño dios sin rostro llamado: Beneficios Corporativos.

domingo, 2 de junio de 2013

La Tinta, el Tintero y... el Aparejo

Que te duela la cabeza, molesta. Que te duela la cabeza un domingo por la tarde, jode y mucho. Durante toda la tarde he estado agobiado porque casi no he hecho nada. Tumbado en el sofá, una aspirina y a rezar para que se pasara lo más rápido posible.

La sensación es angustiosa. Ni tranquilidad de mi casa, ni el buen tiempo ha conseguido parar el movimiento de las paredes, más estrechas cada minuto que pasaba. Por suerte, el dolor se ha esfumado y he respirado más tranquilo las últimas horas de la tarde.

A parte de respirar, he pensado sobre una anécdota que me sucedió el viernes. Al salir del trabajo quedé para comer con unos compañeros de trabajo. La comida estuvo genial, charlas divertidas, curiosidades y móviles. Tecnología, en pocas palabras. A parte de la comida y la bebida, compartimos nuestro tiempo con la tecnología. En un determinado momento, más de la mitad de los comensales permanecían atentos a la pantalla de un teléfono móvil.

La situación me resultó muy curiosa y no lo juzgaré en términos como bueno o malo. Curioso sí, peculiar también. No me veo capaz de jugarlo por varias razones muy simples. La primera porque yo también soy de los que me evado, de los que busco una salida entre las nubes. La segunda, y más material, porque aunque mi móvil es de esos modernos no me deja seguir el ritmo. Sí, no me deja porque no da más de sí. Algunas veces lo agradezco porque me ha brindado la oportunidad de ver desde un punto de vista privilegiado cómo hemos llegado, con una sonrisa en la cara, a la quinta esencia del paradigma de las Relaciones Fractales. Menudo término me acabo de sacar de la manga, la verdad. Y la tercera porque, coñe, soy humano y también me gustan los cachivaches que hacen ruido y poseen lucecitas de colores.

Somos capaces de mantener una relación directa y decenas de relaciones indirectas mientras nos lo apostamos todo a una carta. Por un lado, todo el mundo quiere y necesita un poco de respeto ¿no? Cuando hablas con alguien, lo mínimo es que te preste un poco de atención, sea considerado y muestre una pizca de empatía (aunque te esté mandando a freír espárragos en su fuero interno). Sin embargo, en estos tiempos, ¿cómo reaccionas ante algo que ya es tan común? Nos hemos convertido en adictos de la información. En consumidores voraces de datos. Hasta límites que somos capaces de dar de lado por unos pocos segundos situaciones cotidianas, aunque precisamente porque son cotidianas, nos importa poco, total, lo hacemos siempre, por responder un par de mensajes no se va a parar el mundo ¿verdad? ¿Os habéis fijado? ¿Cuánta gente a vuestro alrededor engulle información sin parar? Ojo, con esto no quiere decir que yo no consuma información a destajo. Ni que atienda al móvil más de lo necesario.

Con lo cual, ni tiro la piedra ni escondo la mano. Tan sólo quería escribir sobre una situación que vivimos a diario.