domingo, 2 de junio de 2013

La Tinta, el Tintero y... el Aparejo

Que te duela la cabeza, molesta. Que te duela la cabeza un domingo por la tarde, jode y mucho. Durante toda la tarde he estado agobiado porque casi no he hecho nada. Tumbado en el sofá, una aspirina y a rezar para que se pasara lo más rápido posible.

La sensación es angustiosa. Ni tranquilidad de mi casa, ni el buen tiempo ha conseguido parar el movimiento de las paredes, más estrechas cada minuto que pasaba. Por suerte, el dolor se ha esfumado y he respirado más tranquilo las últimas horas de la tarde.

A parte de respirar, he pensado sobre una anécdota que me sucedió el viernes. Al salir del trabajo quedé para comer con unos compañeros de trabajo. La comida estuvo genial, charlas divertidas, curiosidades y móviles. Tecnología, en pocas palabras. A parte de la comida y la bebida, compartimos nuestro tiempo con la tecnología. En un determinado momento, más de la mitad de los comensales permanecían atentos a la pantalla de un teléfono móvil.

La situación me resultó muy curiosa y no lo juzgaré en términos como bueno o malo. Curioso sí, peculiar también. No me veo capaz de jugarlo por varias razones muy simples. La primera porque yo también soy de los que me evado, de los que busco una salida entre las nubes. La segunda, y más material, porque aunque mi móvil es de esos modernos no me deja seguir el ritmo. Sí, no me deja porque no da más de sí. Algunas veces lo agradezco porque me ha brindado la oportunidad de ver desde un punto de vista privilegiado cómo hemos llegado, con una sonrisa en la cara, a la quinta esencia del paradigma de las Relaciones Fractales. Menudo término me acabo de sacar de la manga, la verdad. Y la tercera porque, coñe, soy humano y también me gustan los cachivaches que hacen ruido y poseen lucecitas de colores.

Somos capaces de mantener una relación directa y decenas de relaciones indirectas mientras nos lo apostamos todo a una carta. Por un lado, todo el mundo quiere y necesita un poco de respeto ¿no? Cuando hablas con alguien, lo mínimo es que te preste un poco de atención, sea considerado y muestre una pizca de empatía (aunque te esté mandando a freír espárragos en su fuero interno). Sin embargo, en estos tiempos, ¿cómo reaccionas ante algo que ya es tan común? Nos hemos convertido en adictos de la información. En consumidores voraces de datos. Hasta límites que somos capaces de dar de lado por unos pocos segundos situaciones cotidianas, aunque precisamente porque son cotidianas, nos importa poco, total, lo hacemos siempre, por responder un par de mensajes no se va a parar el mundo ¿verdad? ¿Os habéis fijado? ¿Cuánta gente a vuestro alrededor engulle información sin parar? Ojo, con esto no quiere decir que yo no consuma información a destajo. Ni que atienda al móvil más de lo necesario.

Con lo cual, ni tiro la piedra ni escondo la mano. Tan sólo quería escribir sobre una situación que vivimos a diario.

No hay comentarios: