miércoles, 2 de julio de 2014

La Tinta, el Tintero y... La Finta.

Ha pasado mucho tiempo, quizá demasiado. Y lo mejor de todo es sentarse con una idea magnífica para escribir y justo cuando vas a pulsar la primera tecla desaparece de tu mente. Ahora mismo una sonrisa burlona se dibuja en mi cara por estar viviendo esta situación.

Para ser sinceros, he tenido una temporada realmente extraña. Una temporada en la que si tuviera que poner los pros y los contras en una balanza estaría perfectamente equilibrada. Lo malo es que al final me dejé llevar por el trabajo. En un intento de cambiar un poco, me di de bruces contra un muro. Varias veces. Aguanté lo inaguantable y conocí a gente que merecía la pena y a otra que bajo su apariencia anodina se escondía un alma amargada y rencorosa.

-Tal vez la culpa la tenga yo-, llegué a pensar. -Puede que con mis ganas de hacer cosas me esté extralimitando.- Pero no, gracias al cielo me demostraron que yo no tenía la culpa de nada. De la desesperación pasé al alivio y de ahí a la monotonía más fiera que os podáis imaginar. Hasta que se acabó el proyecto y caí en la cuenta de que nada, salvo continuar mi camino y hacer lo que de verdad te gusta, es tan importante como para tirar la toalla tan pronto.

Y por eso he vuelto, porque soy de esas personas cabezotas que aunque mi mundo se esté yendo al garete sé dónde se encuentra mi refugio y cuál es el camino que me lleva al otro lado del muro.

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