sábado, 25 de julio de 2009

La Tinta, el Tintero y... el Pomo

A escondidas, cuando el viento no se da cuenta. Huyo de acera en acera buscando recuerdos que he perdido entre tanta cerveza y tanto cigarrillo. Sombras que ocultan sombras, piedra sobre piedra. Las nubes ofrecen un poco de tregua y mi pasos me llevan a cada uno de los portales en donde alguna vez rompimos cristales con nuestros labios y nuestros corazones.

La persecución ya no me lleva a ninguna parte, por ese motivo prefiero caminar sin rumbo fijo. Mezclándome entre la gente en un desesperado intento de pasar desapercibido. Evitando tu mirada, pues no existe otro lugar en la tierra en donde desee, ahora mismo, ahogarme que no sea el oscuro pozo de tus pupilas. Me niego a caer de nuevo, ahora no, por fin encontré un camino que se aleja de las arenas movedizas que dieron forma a tantísimas noches buscando alguien a quien querer. A cada paso que doy, lo reconozco, dejo un pequeño rastro con los despertares desmigados por bocas que nunca tuvieron suficiente para saciar su apetito desmedido.

Supongo que por mucho que me aleje, aunque me esconda en mil soportales diferentes. Incluso si Madrid se pusiera de mi parte, jamás hallaría un lugar en donde reposar. Mi imaginación, un paso por delante, descartaría cualquier cama, cualquier mañana, sin ni siquiera pestañear. Abandonándome a mi suerte, espiándome para así apuntar la siguiente falda con la que he de tropezar. Ni mis más salvajes sueños poblados de primigenios, de tinieblas perezosas, son capaces de señalarme con el dedo, zarandeándome para ver si recupero el norte. Incluso en ellas, al buscar un poco de amargo consuelo, todo mi esfuerzo es insuficiente porque también han definido sus propios límites con la realidad.

Varias semanas después, ignorando tus llamadas, excusándome de la forma más barata... sin darme cuenta de cómo ni por qué, aparezco en frente de la puerta en la que nos besamos por última vez. Donde el mundo era tan brillante como el piercing de tu ombligo. Donde no nos importó ni la mirada inquisitiva de los vecinos ni que la ropa formase un camino directo hasta ver un nuevo amanecer.

Resulta realmente desesperante que cada vez que intenté olvidarme, que intenté escapar... todos los malditos mapas, todas las señales, cruces y calles me conduzcan directamente hasta tu piel.

6 comentarios:

Padrino dijo...

Que raro, a mi todos los caminos
me conducen a google. Sera la edad!!.
Muy bueno Juancho, no se de donde los sacas.
Saludos.

Juancho dijo...

O tus ganas de saber más... ;)

Me alegra ver que ya estas de regreso. Y la verdad, yo tampoco tengo muy claro de donde los saco... simplemente escribo... y ¡Et Voilá! - como dirían los franceses - :P

Un saludo.

CalidaSirena dijo...

Cuando alguien nos toca por dentro, todos los caminos nos llevan a él...
Precioso lo que has escrito, me ha encantado..
Un beso y un cariñoso abrazo

Juancho dijo...

No existe más camino que su piel cuando se está enamorado... o eso dicen, ¿no? ;)

Un besazo, Cálida Sirena.

CalidaSirena dijo...

Vengo a despedirme y a darte las gracias de corazón por tu despedida en mi orilla...Son muchas huellas que nos hemos dejado en este tiempo y han provocado en mí un cariño muy grande que te tengo, por eso nunca te olvidaré..Te deseo lo mejor y te doy las gracias desde el fondo de mi alma por todo..
Un beso enorme, siempre te llevaré conmigo..

Juancho dijo...

Más que un adiós... casi prefiero que sea un hasta luego. Las despedidas son demasiado definitivas... ;)

Ha pasado mucho tiempo desde que nos conocimos en esta pequeña comunidad de blogs... No te preocupes, que yo tampoco te olvidaré.

Ya sabes donde encontrarme. :D

Y recuerda, ahora te toca a ti vivir al máximo.

Un besazo enorme, Cálida Sirena.