domingo, 8 de noviembre de 2009

La Tinta, el Tintero y... la Servilleta

Hasta dónde serías capaz de caminar, preguntan mis pies cansados de esperar un lugar donde no soy capaz de descansar. Qué precio estarías dispuesto a pagar, murmuran mis hombros cargados del lento despertar de una mañana invernal. ¿Amigos? ¿Familia? ¿Amores que nunca prestan sus corazones al azar?

Medidas desproporcionadas, ángulos imposibles de una vida circular que no acaba del todo de cuadrar en mi planes sin hogar. Mi alma se queda entre las sábanas, ignorando al despertador, lánguido gemido, avisando que ya es hora de zarpar. El barco suelta amarras, lejos, hacia ningún lugar. Otro más que añadir a mi lista de situaciones para olvidar. Sin embargo, me mantengo firme en este muelle rebosante de vida y caricias con las que fuiste incapaz de negociar. De cuando en cuando, atraca un navío de velas negras como las noches que soporté contigo. Trae noticias y especias de regiones sombrías, cuentos de hadas que perdieron sus alas durante una terrible noche de otoñal. Me intriga, me apasiona, podría incluso formar parte de su tripulación maldita. En un intento por olvidar todo aquello por lo que una vez estuve luchando, jugándome el cuello con cada latido de mi corazón que llevaba tu nombre.

Con el primer paso que doy en cubierta, almas en pena me dan la bienvenida como capitán. Decenas de ojos muertos que olvidaron hace tiempo el significado de la palabra soñar. Cruje la madera bajo mis pies, lamentando no luchar contra el viento y la tormenta de noches en vela junto a una mujer. Las especias se convierten en humo y lágrimas. Las historias, en mentiras de días sin principio ni final, como lo fueron tus mechones de pelo, los cuales me encargaba de encrespar. Los mapas son inexistentes, este barco maldecido por la mar nunca ha zozobrado, como tampoco ha atracado en otro puerto que no sea el de tu mirar.

Lamento el momento en el que se aleja por última vez, capitaneado por mi alma herida. Mientras que yo, tras una última despedida, vuelvo mis pasos hacia el puerto, callejones oscuros y desiertos me ofrecen retorcidos deseos, empañados carmines enfundados en ropas tejidas con el hilo de Tramontana. El Sol se oculta, la silueta del navío se confunde con la noche mientras la mar, fiel como una amante a media noche, oculta sus deseos y designios entre olas y espuma incapaz de llenar una simple caracola con los 'Te quiero' que nunca me supiste dar.

Fatigado se torna mi caminar entre bares, prosa desgastada que ya ni tu nombre se atreve a dibujar. Me desplomo, acurrucado por la tibia caricia que me ofrece la ropa interior de una mujer, cuyas mentiras se tornaran verdades con las que apuñalar mi ojos al amanecer. La singular resistencia que opongo, lágrimas formando laberínticos susurros donde ni yo mismo soy capaz de averiguar el motivo por el cual grabaste sobre mi piel heladas pesadillas. Ahora ya me da lo mismo, mi alma se encargará de liderar a otras en pena, cual Holandés Errante, hacia tierras que nadie se atreve a nombrar. Cuando den alcancen a mi traicionero destino, en una noche sin Luna como testigo, pisará el puerto de nuevo.

Y justo en ese momento, inmortal como el mismísimo viento, me devolverá mis estilográficas, mis cuadernos repletos de historias que soñé cuando desnuda te dejabas querer.

Los que una vez arrojé a la mar de mis deseos, anclados a mi corazón, aguardando el momento en el que de tus labios brotase un sincero 'Te amo' que nunca apareció.

2 comentarios:

CalidaSirena dijo...

No pienses en lo que nunca ha llegado, piensa en lo que puede llegar y lo que aún te queda por disfrutar y por saborear en la vida..
Un beso y un cálido abrazo

Juancho dijo...

Recordar viejos momentos también ayuda a mejorar en el futuro, no creas. ;)

Lo que está claro, nadie debería de anclarse en un pasado que no tiene futuro...

Un beso, Cálida Sirena.