miércoles, 21 de julio de 2010

La Tinta, el Tintero y... las Tijeras

Al acabar el día todas y cada una de las miradas, fijas en tu sonrisa, se van a la cama. Despacio, sin prisa. Se despojan de las falsas apariencias y traidoras muecas, cansadas de aguantar bravuconadas vendidas por un puñado de monedas de plata. Así, sin pedir permiso mientras busco desesperado el hilo que me guíe hasta mi destino. El sol se pone y noto como me corto las manos al recoger los fragmentos de labios de cristal que se hicieron trizas justo antes de poderlos besar.

El horizonte engulle con ansia los últimos restos del ocaso, dando paso a una noche perlada con la luz de cada una de mis esperanzas. Todas las lancé al cielo para poder recogerlas en las frías tardes de invierno. Arrancadas una a una por las codiciosas gotas de lluvia caen sobre mis manos abiertas, cicatrizando viejas heridas que aún permanecen en carne viva. Ocultas por envidiosas nubes que sólo desean arrastrar el veneno que desprenden tus ojos azules por esta ciudad sin luces.

Y este juego termina en el mismo instante que el sol se abre camino y me descubre con una de esas sonrisas que tú te empeñaste en hacer añicos con tus mentiras.

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