lunes, 30 de enero de 2012

La Tinta, el Tintero y... el Auricular


Cierro los ojos, respiro con lentitud.

Un vacío indiferente ocupa todo tu espacio. El humo de los cigarrillos compartidos hace tiempo que se mudó. Sin saber muy bien el porqué de está singular evocación. Respiro una vez más, y siento como el sofá se encoje y enfría harto de observar por la ventana, pensando que ya nunca regresarás.

Porque jamás estuviste tan cerca de acariciar una historia que fuiste incapaz de enlazar. Sobraban piezas que suspiraban salirse de las lineas dibujadas por vidas marcadas por un porvenir tan vacío como el calor que desprendían tus besos.

Sobre la mesa, hojas en blanco tan extensas, que si por mi fuera saldrían volando hasta rozar los límites de la existencia. A su lado, un pequeño bote rebosante de tinta y de palabras tan sólidas como espuma del mar. Un golpe de viento, la tinta corre libre por el yermo amarillento. Observo. Intenta escapar como todo lo demás.

Hasta dejarme sin aliento. Aferrado a mis párpados, el sueño tira de ellos. Dormir ahora no es lo que deseo. Adentrarme en ese océano negro, naufragar en ese delirio negro como la tinta que devora cada uno de mis sentimientos.

Soñar que me encuentro dentro de un sueño. Soñar que abro los ojos, sonríes y sin decir una sola palabra me duermo en el mismo anhelo del cual no podré despertar.

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