viernes, 30 de diciembre de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Roce


El fin de año se acerca. Tradición o no, aquí va la última entrada de este año.

¿Un resumen? No sabría decir. ¿Una palabra o un sentimiento? Los buenos/malos deseos son para gente que busca algo.

Hace un tiempo investigaba cual podría llegar a ser mi lugar. Si en verdad podría dejar de escribir, ser una persona normal. Dedicarme por entero a llenar mis noches con copas rebosantes de alcohol, discotecas, de rondar los bares hasta ver salir el Sol.

Si me adaptaría a una vida sin curiosidad, sin tardes en silencio, sin eso que llaman “pararse a pensar”. Dándole esquinazo a mis libros, a mis aventuras en soledad, a mis hojas en blanco que gritan para que les eche una mano. El mundo es un lugar extraño para hablar de sentimientos a los cuales ya nadie hace caso. O cierran bajo llave en lo más profundo de un sótano.

Resulta que no puedo, soy incapaz. Un confinamiento que muy pocos saben apreciar. A nadie le interesa que hoy casi no lo has podido superar, cuando esperabas una llamada que no tuvo lugar. Que al decidirte, te prefirió ignorar. Durante meses si hace falta, para más tarde reaparecer creyendo que puede jugar contigo sin mediar palabra, pura diversión. Alguna que otra confesión y cada uno a su casa porque la amistad duró lo que dura un cigarrillo ahogado en un rincón.

Con total sinceridad, este año ha sido el año del olvido. El abandono de ilusiones que cortaban como el cristal. El descuido de sonrisas dibujadas sobre un reloj de arena para que el tiempo se encargase de borrar mientras las dibujaba una y otra vez con la esperanza de no verlas desaparecer.

Sin embargo, al darme cuenta de estos pequeños descuidos se han abierto puertas que mantenía cerradas sin ningún motivo.

Tan solo me resta decir que ahora me toca seguir mi camino, y quien quiera que intente seguir mi ritmo.

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