lunes, 27 de febrero de 2012

La Tinta, El Tintero y... el Punto

Al final me he decidido.

Dejaré que las palabras sigan su curso. Palabras que hieren y matan. Palabras que ayudan y a levantarse tras una dura caída. Palabras que vienen y van, que guardan secretos y bostezan de puro sueño.

Esta vez me convertiré en el repugnante Reparador de Reputaciones negociando la tristeza y desesperación de cada uno de mis invitados. Retorciendo sus deseos con un absoluto desprecio. Mostrando con desmedido orgullo un mundo irreal, de pesadilla en donde vuestra política, vuestra ciencia, vuestras simples y anodinas vidas son la materia prima perfecta para veros sufrir retorcidos de terror.

O tal vez, en un inquietante Maquiavelo en la era de la información. En donde todo vale si está en juego una jugosa remuneración. Rodeado de patanes que intentan, a la desesperada, hacerse un hueco y brillar por un instante. Con promesas de un retiro agradable, una fortuna inmensa y ningún futuro por delante. Moviendo fichas y personas a conveniencia, sin importar su destino, como piezas de un despótico juego donde sin reglas, todo vale, cuando el mismo poder es el premio.

Entre tanto, las palabras hacen lo que quieren. Sin amo y sin correa. Mientras yo me debato entre sábanas inquietas tratando de encontrar ese sueño que nunca llega. Alargando las noches en vela, con la mirada vacía puesta en un punto cualquiera.

Demencia y lucidez susurrando lo que debería hacer.

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