Con cada paso que marca el metrónomo
todos los actores recitan su papel, sin misericordia, sin mirar a
quién. El sonido, tic tac tic tac, se instala en tu cabeza y golpea
sin piedad. Tic tac tic tac.
Echo a correr como alma que lleva el
diablo, salgo de escena, salgo del teatro, salgo tu vida como si
nunca hubiera estado. Pasan los años y aún recuerdo ese café al
cual nunca fui invitado. Un bicho raro,
una definición perfecta para la contracorriente que nunca tuviste el
valor de nadar ni yo de navegar.
Esta
bien ahora, mientras las telarañas se adueñan de los momentos que
nadie supo aprovechar. La tranquilidad de una taza de té mientras
observo a aquellos que luchan hasta el final por una vida normal. Una
en donde todo encaje, cada palabra, cada sentimiento, cada amante,
dentro de un marco perfecto que poder mostrar a su grupo de amigos al
tiempo que comentan: “Yo tuve el valor de seguir los
dictados de mi corazón.”. O
puede que me fije en esos otros, quienes pelean por imponer su punto
de vista, dejando a un lado una existencia tan trivial como las
sonrisas que me regalaste sólo para no quedar mal.
En
cualquier caso, todos somos perros y todos somos amos. Público,
crítico y actor que no tienen ni idea sobre qué trata la función.
Dejo
la taza de té, miro el reloj y me preparo para salir al escenario.
Es hora de interpretar mi escena en un escenario de un teatro vacío
de público hace ya incontables años.
2 comentarios:
Juancho merece dejar un comentario para decirte que me gusta com escribes y que me suena lo que cuentas
Muchas gracias Manumara, y Bienvenid@ a la Tinta y el Tintero.
Me alegra que te gusten mis escritos.
¿Te suena la situación? Eso es porque todos terminamos representando algún papel que no nos termina de convencer a lo largo de nuestra vida. ;)
¡Un saludo!
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